Génesis, esencias, tipologías y subgéneros
La exposición de conflictos y padecimientos de los protagonistas, desde un enfoque psicológico -a partir de los móviles de los personajes, sus carencias constitutivas y la revelación de sus conflictos-, se ha vehiculado históricamente en el cine a través del melodrama, la pieza trágica y la comedia romántica, tres modalidades de la puesta en escena cuyo tercer acto, es decir, el clímax y el desenlace, aspira a provocar una respuesta emotiva en el espectador. La necesaria identificación del auditorio provoca la reflexión moral o sociológica, o la placentera convicción de que el amor puede vencer cualquier obstáculo. Pero esta tríada de categorizaciones ha conocido múltiples variantes a lo largo del tiempo y de la evolución del lenguaje cinematográfico, basado en el melodrama romántico y la woman's picture en los años 30 y 40; en el melodrama neorrealista y el family melodrama durante la etapa de la II Guerra Mundial y la postguerra de los años 50; la aquiescencia de los autores a la pieza trágica y la intelectualización del género en los años 60; hasta el auge del cine retro y de adaptación literaria, y sus parientes cercanos el costume drama y el biopic, en los años 70 y 80. Las variantes telenoveleras, paródicas y postmodernas, o las desdramatizadas y minimalistas corresponden mayormente a la última década del siglo xx y primera del xxi. Ahora solo menciono algunas de las ramificaciones que intento caracterizar más adelante.
A pesar de que los géneros vinculados al romanticismo y la tragedia acompañaron al cine desde su comienzo, fue solo en los años 70 cuando aparecieron sustantivos estudios teóricos respecto al melodrama como género; pues hasta este momento los críticos y estudiosos solo utilizaban tal etiqueta peyorativamente, cuando se trataba de obras que manipulaban la emoción del espectador y fallaban en cuanto a la justificación estética que propiciaba esa respuesta del público. La industria catalogaba, en tanto melodrama, a todos los filmes cuyos personajes fueran víctimas de sus pasiones -de modo que existirían entonces melodramas criminales, psicológicos, filiales, etc.- y de este modo se creó una etiqueta que la audiencia podía identificar, aunque muchas veces se confundió con el mal llamado drama -que suelen ser películas de inclinación autoral, ascendencia trágica y personajes abatidos- y también se vinculó estrechamente con la comedia romántica, las llamadas woman's picture, los melodramas maternales o filiales y otras variantes que examinaremos más adelante.
En el nivel de las afinidades hay que señalar que el melodrama, la pieza trágica y la comedia romántica proponen, sobre todo los dos primeros, la apelación a la emotividad mediante el relato de sucesos tristes, graves o nefastos -recordar que la rutina y la frustración suelen considerarse fuente de tragedia. Además, incluyen un personaje acosado por la frustración y la angustia. Tal es la causa de que los críticos hablen de una vocación introspectiva y de cierta tendencia al masoquismo, con sus insistencias en el desconcierto, la pérdida y el sufrimiento. Queda claro entonces por qué, en inglés, por lo menos en Estados Unidos, al melodrama en su versión más lacrimógena se le llama woman's picture, tearjerker y weepie, y estamos hablando de un grupo muy grande de películas que abarca desde las protagonizadas por Bette Davis en los años 30 hasta la mayor parte de los títulos dedicados al talento de Meryl Streep.
Las primeras woman´s pictures están colmadas de actuaciones exageradas, que hiperbolizan hasta el paroxismo la afectividad frustrada y el aire trágico de la trama; pero fueron ganando en realismo hasta los rigores de Martin Scorsese en Alicia ya no vive aquí o el naturalismo impecable de Jessica Lange en Frances. La fotografía y el montaje alternan entre los primeros y primerísimos planos que expresan la angustia de la actriz-personaje, y las secuencias referenciales informan de forma sumaria sobre el estresante contexto doméstico, social o histórico. De este modo, la woman's picture se transformó en predecesora del cine feminista y de mujeres cineastas, que ocupa luego un espacio en este libro, y alcanzó un equivalente en Iberoamérica en las primeras décadas del siglo xx, a través de aquellas películas que exaltaban el deseo reprimido, el pecado y la culpa, como las mexicanas Santa y La mujer del puerto, y las argentinas Madreselva o Ayúdame a vivir, de Libertad Lamarque. En la década siguiente, a través de varias películas de María Félix, y de otras mujeres fatales, se verifica el enfrentamiento de las protagonistas con un orden social y moral cuyos valores serán desafiados.
La pieza trágica sobre todo, y también el melodrama -la comedia romántica en mucha menor medida, debido a sus tipologías restrictivas y a sus códigos narrativos muy cerrados- vehiculan la opinión del director, el guionista e incluso del intérprete, a través de la magnificación del conflicto y de la infelicidad en el desenlace, respecto a temas relativos al sexo y la moral burguesa, el matrimonio y la unidad familiar, el lugar que ocupamos bajo el sol, y la dinámica entre vicios privados y virtudes públicas. Tanto el melodrama como la pieza trágica refuerzan la repercusión sobre la intimidad de contradicciones sexuales y sociales que generan pathos (sufrimiento, fatalidad y pasión), amén de otras características de la tragedia griega como la mímesis o capacidad para imitar la realidad, la moraleja de la fábula, los héroes con virtudes sublimadas, la anagnórisis (reconocimiento del conflicto y de las carencias de los personajes), el pharmakon (remedio tremendista a un problema que conlleva la destrucción moral o física), la elocución o diálogos que expresan metáforas, parábolas y alegorías, y, por supuesto, la catarsis, o alivio dramático, que ocurre cuando se resuelve el conflicto y se restablece el equilibrio original.
Los estándares de desarrollo del cine romántico y trágico trascienden con amplitud al puñado de directores y estrellas más conocidas del cine norteamericano, de modo que historiar el melodrama, la pieza trágica y la comedia romántica, perfilar sus dinámicas evolutivas y transformaciones, implica relatar casi toda la historia del cine, con Hollywood incluido, pero mucho más allá de sus límites; pues el género transfundió sentimentalidad, por ejemplo, al sociológico movimiento del neorrealismo italiano, en auge en los años 40 y 50, además de contribuir con fuerza al asentamiento y desarrollo de diversas cinematografías en Europa, América Latina, Asia y África.
Orígenes y derivaciones
Ritual consagrado a exaltar el infortunio y las lágrimas, con la música como elemento esencial, estereotipo cultural y modelo narrativo sujeto a la obligatoriedad de ocasionar la identificación y emotividad del auditorio, el melodrama implica actitudes, situaciones y personajes originados probablemente en los mitos duales -estudiados por Claude Lévi-Strauss en varios estudios antropológicos- que alientan los albores de las civilizaciones, cuando se intentaba explicar el funcionamiento del mundo a través de la sempiterna oposición-atracción entre dios y el diablo, el sol y la luna, el hombre y la mujer, el fuego y el agua, el águila y la paloma, el infierno y el paraíso, el cielo y el suelo, lo negro y lo blanco, el día y la noche, lo bueno y lo malo, finito e infinito, singularidad y pluralidad, quieto y en movimiento, recto y curvo, etc. La aproximación complicada, o la atracción irrebatible entre opuestos, provee conflictos que han inundado la narrativa occidental desde las titánicas tragedias griegas, escritas antes de nuestra era, hasta las últimas comedias sentimentales de Hollywood y las telenovelas brasileñas y de otros países latinoamericanos.
En la mitología y el arte griego aparece la simiente trágica y aristocrática del melodrama y la pieza trágica cinematográfica. Afrodita, la diosa de la belleza, casada sin amor con un herrero jorobado y en adulterio perenne con dioses más poderosos y galantes: Ares, Hermes, Dionisio o Poseidón; Fedra, enamorada de Hipólito, el hijo mayor de su esposo Teseo; el modelo de amor conyugal o filial que representan las diosas Hera y Deméter; los triángulos amorosos que constituyen Paris, Helena y Menelao en La Ilíada, el enorme poema épico ocasionado por un problema de alcoba; Clitemnestra traicionando a Agamenón con Egisto, el primo de su esposo, el adulterio que da lugar al mayor ciclo trágico-filial de la antigüedad clásica.; y muchos otros personajes, proporcionaron el basamento emocional y los arquetipos pasionales sobre los cuales florecieron el melodrama cinematográfico y la pieza trágica veintitantos siglos después. Por ejemplo, el motivo del inocente perseguido, tan propio del melodrama, está presente en la civilización occidental desde los mitos griegos de Edipo, Orestes, Prometeo o Hércules, los cuatro acosados por diferentes trasgresiones, pecados, desafíos o violaciones del orden; mientras que la hembra pasional, arrastrada a monumentales errores por la ceguera de una pasión irresuelta, y los arquetipos de la mujer vengativa, que calcula el efecto fatal de sus encantos, protagonizan tragedias de Eurípides como Electra, Hécuba, Helena y Medea.
En cuanto al culto y santificación de la madre que opera...