INTRODUCCIÓN
1. HERMES, EL DIOS TRES VECES MUY GRANDE
Hermes Trimegisto es la denominación griega del dios egipcio Tot[1]. La identificación es temprana: ya Heródoto (II, 138), dice 'Templo de Hermes' para referirse a un templo de Tot. Hacia finales del siglo III a. C. ya es un hecho común; en el decreto de la piedra de Rosetta[2] Tot es el 'Hermes grande grande' que ayuda a Horus a reconquistar el delta. Cicerón, en fin, a mediados del siglo I a. C., designa como quinto Hermes a «aquél que es adorado en Feneo (Arcadia), del que se dice que mató a Argos y por ello huyó a Egipto, donde enseñó a los egipcios las leyes y la escritura: los egipcios lo denominan Theúth y llaman de la misma manera al primer mes del año[3]».
El Tot egipcio
Tot era el dios local de Hermópolis del Delta (Bajo Egipto, XV Nomo), donde se le honraba bajo una de sus formas, la de ibis[4], que sirvió para escribir su nombre: Dhwtj[5]. De allí pasó a Hermópolis Magna, en el XV Nomo del Alto Egipto, la actual Al-Ashmunein[6], donde su culto se desarrolló y persistió hasta época romana; aquí adoptó el carácter de dios primordial del que surge la Ogdóada[7] sobre la colina primigenia de Hermópolis. Y desde Hermópolis pasó a integrarse en sistemas teológicos diversos: se le identifica con la luna, y como tal, es el señor del tiempo[8], calculador del tiempo de vida, señor del destino y, por extensión, corazón de Ra, es decir, su pensamiento[9]. En la cosmogonía de Menfis se convierte en una hipóstasis de Ptah, en concreto, su lengua, la palabra creadora[10]. En el mito de Osiris desempeña un papel fundamental en el tribunal supremo de Ra, la Enéada, encargado de arbitrar en el conflicto que opone a Horus y a Set-Tifón por la sucesión de Osiris, es el gran escriba de la Enéada, al tiempo que el encargado de hacer cumplir sus designios: se convierte así en el señor de la Maat, la personificación del orden universal y del equilibrio cósmico que debe hacer triunfar[11]. Lengua de Ptah, palabra divina, escriba de la Enéada, Tot fue considerado sobre todo como el poderoso patrón de los escribas, señor y creador de la escritura y, por extensión, creador de todas las ciencias y las artes que dependen de la escritura y que están asociadas a los templos: la magia, la medicina, la astrología y la alquimia[12].
El Hermes griego
El Hermes griego coincide con Tot en algunos de los rasgos esenciales: es el heraldo de los dioses y, en consecuencia, el intérprete de la palabra[13]; es el Hermes-lógos que aparece, sobre todo, en el estoicismo: para Crisipo[14] los distintos dioses no son sino distintas denominaciones de un solo y único Dios, que se denomina Mercurio «porque son potestad suya la razón (lógos), la medida, el orden y la ciencia». A ello hay que añadir las especulaciones estoicas sobre el lógos creador: la razón divina demiúrgica que se extiende por toda la naturaleza y de la que la razón humana no es sino una parcela efímera, el lógos demiurgo de la materia sin cualidad, lo activo de la naturaleza[15]. El estoicismo preparó el camino para que en la época helenística se asumiera fácilmente la doctrina de un Hermes-Tot palabra de Dios, o Dios mismo, al tiempo que intérprete de la revelación. Es Hermes Trimegisto.
Trimegisto
El epíteto Trismégistos proviene seguramente del título egipcio de Tot: aã aã, grande grande, es decir, grandísimo, que, desde el tiempo de Tolomeo IV Filópator (221-205 a. C.) se traducía al griego con el superlativo repetido tres veces: mégistos kaì mégistos kaì mégistos; sólo falta abreviar la fórmula mediante el prefijo tris (tres veces) para dar Trismégistos, el tres veces muy grande, o, como en los papiros mágicos: Trismégas Hermês[16]. Pero no sólo se trata de una cuestión gramatical: en la teología egipcia abundan las especulaciones sobre el dios triple que es uno, por ejemplo, en uno de los himnos a Amón del papiro de Leiden, se dice: «tres son todos los dioses, Amón, Ra y Ptah. Ninguno existe que les sea comparable. Aquel que, en tanto que Amón oculta su nombre, que es Ra por su cara, su cuerpo es Ptah»[17]. Además, la trinidad Amón-Ra-Ptah puede ser concebida bajo la forma de un cuarto dios, precisamente Tot-Hermes: en el templo tolemaico de Opet en Kamak, se alaba a Tot, «el dos veces grande, el señor de Hermópolis», por ser «el corazón de Ra, la lengua de Ptah y la garganta de aquél cuyo nombre está oculto (Amón)»[18]. En resumen, no es descartable que el mismo epíteto del Trimegisto sea testimonio de la dialéctica entre la unicidad de Dios y sus manifestaciones múltiples, tan típica de la religión egipcia y que heredará el hermetismo[19].
Los escritos de Hermes Trimegisto
En torno al siglo II a. C. comenzaron a traducirse al griego algunos de los tratados egipcios de alquimia, magia y astrología que, lógicamente, fueron puestos bajo la advocación de Hermes-Tot, el patrón de las ciencias ocultas; el éxito fue extraordinario, puesto que venían a satisfacer la necesidad de certidumbres que una filosofía envejecida y desengañada era incapaz de proporcionar[20]. Algún tiempo después, probablemente a comienzos de nuestra era, la misma filosofía griega (un ecléctico conglomerado de Platón, estoicismo y mística pitagorizante[21]), se vio arrastrada por esa impetuosa necesidad de certezas y acabó embarrancando en la religión, un ámbito en el que la civilización egipcia no tenía rival. De este flujo y reflujo entre la filosofía griega y la civilización egipcia nació el hermetismo culto, erudito o filosófico que, sin abandonar del todo las fuentes ocultistas, supo elaborar una refinada espiritualidad basada en la 'piedad por medio del conocimiento', o en definición del mismo Asclepio, una 'religión de la mente'[22]. En los Hermetica filosóficos encontramos textos de origen dispar: los diecisiete tratados del Corpus Hermeticum; el Asclepius (traducción latina de un perdido Discurso perfecto); veintinueve extractos conservados en la Antología de Estobeo (siglo V); una serie de citas en obras de otros autores[23]; tres textos herméticos aparecidos en la Biblioteca copta de Nag Hammadi[24] y la traducción al armenio de unas Definiciones de Hermes Trimegisto a Asclepio. La mayoría de estos escritos tuvieron un enorme éxito tanto en la Antigüedad como en la Edad Media, pero su época estelar es el Renacimiento, cuando sabios como Marsilio Ficino, Agrippa von Nettesheim o Giordano Bruno encontraron en ellos las claves para su reforma de la sociedad medieval.
2. LAS DISTINTAS PERSPECTIVAS
Un conjunto de textos aparentemente tan dispar como los Hermetica forzosamente había de dar lugar a todo tipo de interpretaciones. Veamos las más significativas:
Hermes, el más antiguo profeta de la humanidad: En el Renacimiento, la mayoría de los humanistas, desde Marsilio Ficino a Giordano Bruno, buscan y encuentran en Her mes la autoridad y el prestigio, la legitimidad necesaria para su reforma de la cultura. Hermes Trimegisto es para ellos el más antiguo profeta de la humanidad, el que reveló el verdadero conocimiento a Moisés o a Orfeo, y a través de éste, a Platón; la síntesis entre la sabiduría pagana y el dogma cristiano[25]; el concepto de un nuevo hombre[26]; incluso de una nueva ciencia[27].
Hermes, un autor cristiano: Esta idílica relación, una verdadera 'Edad de Oro' del hermetismo[28], será bruscamente frustrada en 1614 por Isaac Casaubon[29], que, en su refutación de los Annales ecclesiastici del cardenal Cesare Baronio, sitúa los escritos herméticos en la era postcristiana y los atribuye a autores cristianos. Su punto de vista se impondrá y el crédito del Trimegisto se verá definitivamente arruinado.
Tras un largo período de silencio hasta finales del siglo XIX, el hermetismo pasará a ser un capítulo de la historia de la filosofía y de las religiones y objeto de estudio para una pléyade de especialistas.
Los 'Hermetica' son textos judíos, griegos y egipcios, aunque unitarios: Louis Ménard publica en 1866 su apreciable traducción de los Hermetica, al tiempo que un estudio de su origen que no deja de ser, todavía hoy, uno de lo más clarividentes: hay una «unidad general» entre todas las doctrinas expuestas en los libros herméticos, aunque, de acuerdo con la influencia preponderante, pueden clasificarse en tres grandes grupos: el judío (CH I), el griego (SH XXIII, que compara con el Timeo platónico) y el egipcio (CH XVI y el papel central del sol)[30]. La idea básica de Ménard, situar al hermetismo en el marco de la historia comparada de las religiones, subrayando al tiempo sus raíces egipcias, señalará el camino para los analistas posteriores.
La influencia egipcia es preponderante: El primer estudio detallado de los orígenes egipcios es el de Pietchsmann en 1875[31]. Reitzenstein insiste también en la influencia egipcia en su Poimandres. Studien zur griechisch-ägyptischen und frühchristlichen Literatur, un magnífico estudio comparado de las religiones helenísticas y punto de referencia obligado para todos los comentaristas posteriores, aun desde la crítica[32].
La obra de Reitzenstein suscitará un primer reflujo en los historiadores de la Filosofía: Th. Zielinski, W. Kroll, J. Kroll y W. Bousset...