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Hernando Colón, hijo menor de Cristóbal Colón, emprendió en agosto de 1517 la tarea de describir todos los lugares de España fijándose en el tipo de población, el número de vecinos, la disposición del emplazamiento, las distancias a las localidades limítrofes, etc. El resultado de dicha empresa "cosmográfica", inacabada y sin un título establecido, apenas ha merecido atención hasta hoy, en gran medida porque falta una edición rigurosa de tal obra. La presente ha organizado como un vocabulario la información dispersa por los códices 10-1-10 y 10-1-11 de la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla, puesto que esa sería la intención de Hernando Colón, según se deduce de sus propias instrucciones y de la estructura que presenta el códice 10-1-11 (donde habrían de pasarse a limpio todos los datos recopilados previamente por su equipo de colaboradores). Hay además un asiento en el Registrum B, el nº 3342, en que Hernando anotaba los libros de su biblioteca, que resume perfectamente el contenido de la obra, y que se postula aquí como su verdadera denominación: Vocabulario en que se contienen los nombres de los lugares y reinos de España.
José Javier Rodríguez Toro, Universidad de Sevilla, España.
Lo primero que deberá tener en cuenta quien quiera evocar la España del Siglo de Oro ?afirmaba hace unos años Manuel Fernández Álvarez? es la tierra, es decir, «sus ríos y sus montañas, sus vados y sus desfiladeros, sus villas y sus pueblos»: la España norteña y húmeda; la España interior, seca y de clima continental; y la España levantina y meridional, de clima mediterráneo (Fernández Álvarez 1989, 31?33). La Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla conserva, precisamente, dos gruesos códices del siglo XVI (signaturas 10-1-10 y 10-1-11) que contienen información valiosa sobre la tierra en el sentido que Fernández Álvarez daba al concepto, pero apenas han suscitado un interés fragmentario hasta la actualidad. De título no establecido ?¿Descripción y cosmografía de España?, ¿simplemente Cosmografía?, ¿tal vez Itinerario?)? y trunca por oscuras razones, el promotor de la obra a que esos textos corresponderían fue el afamado bibliógrafo Hernando Colón (Córdoba, 1488. Sevilla, 1539).1
El presente libro tiene por objeto la edición de dichos volúmenes, pues la única existente, promovida por la Real Sociedad Geográfica de Madrid a principios del siglo XX, adolece de numerosos errores tanto formales como de contenido. Con esta nueva se vería sin duda favorecido el acceso a los datos geográficos, históricos y demográficos que quedaron registrados en los códices sevillanos. Este es el fin fundamental que aquí se persigue.
La introducción que sigue a este breve preámbulo está estructurada en cinco apartados diferentes: semblanza de Hernando Colón en relación con sus saberes cosmográficos o geográficos; descripción externa e interna de los códices 10-1-10 y 10-1-11 de la Colombina; justificación de la nueva edición a partir, sobre todo, de las instrucciones legadas por Hernando Colón; relación detallada de su contenido; y, por último, indicación de los aspectos formales relativos a la presentación crítica, con especial atención a los criterios editoriales seguidos.
El íncipit del manuscrito 10-1-102 de la Biblioteca Capitular y Colombina consta de una fecha y de un escueto enunciado en primera persona ?«lunes III de agosto de 1517, comencé el itinerario»?, atribuido con todo fundamento al citado Hernando Colón. Hernando se encontraba a la sazón en Alcalá de Henares, donde habría rendido visita a Antonio de Nebrija, lo que se sabe porque recibió de este un ejemplar de su opúsculo Tabla de la diversidad de los días y horas y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de España y otros de Europa que les responden por sus paralelos, según quedó anotado en la ficha bibliográfica número 2725 del Regestrum Librorum don Ferdinandi Colon o Registrum B: «diómela el mismo autor en Alcalá de Henares, año 1517» (Wagner 1986, 718). El segundogénito de Cristóbal Colón ya había leído la Introductorium Cosmographiae de Nebrija, publicada entre 1498 y 1502,3 pues aunque haya pasado a la posteridad como uno de los más destacados bibliófilos de la historia, tal vez el mayor coleccionista de libros de la primera mitad del siglo XVI,4 en su tiempo la fama se la debía a sus conocimientos de cosmografía5 ?es decir, geografía6? disciplina promovida por humanistas como el mencionado gramático7 y que, como se verá más abajo, es el asunto del que trata ese volumen 10-1-10 (y su inseparable 10-1-11). Es muy ilustrativo, en este sentido, el retrato moral realizado por un contemporáneo suyo, el cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo: «Fernando Colón, que hoy vive, el cual es virtuoso caballero y, demás de ser de mucha nobleza y afabilidad y dulce conversación, es docto en diversas ciencias, y en especial en cosmografía» (apud Guillén 2006, 145).
Dado su aporte al arte de la navegación, el saber cosmográfico de Hernando se remontaría a su participación, con apenas trece años, en el cuarto de los viajes a América de su padre.8 En tal trance ?cabe suponer? habría presenciado las conversaciones entre el Almirante y sus más directos colaboradores, caso de su tío Bartolomé. El interés por la cosmografía se refleja asimismo en las obras que sobre la disciplina atesoraba la «librería» hernandina,9 bien allegadas por herencia familiar, bien adquiridas por él mismo; pero además ?pese a que salvo la contenida en los códices 10-1-10 y 10-1-11, no se ha conservado ninguna de ellas? en las de su propia autoría,10 a saber, el Memorial por el Almirante de finales de 1509, el Tratado sobre la forma de descubrir y poblar en la parte de las Indias o, en especial, el Proyecto para dar la vuelta al mundo, circunnavegación que habría anticipado una década la de Magallanes y Elcano. En esta última obra, fechada en julio de 1511 y presentada al rey Fernando el Católico, reconoció Hernando la deuda contraída con su padre al respecto: «diré lo que de ello siento, así como por lo que de él aprendí de palabra y de muchos libros y escrituras que de él me quedaron y de otras partes he recogido» (apud Marín 1993, 181).
Estos indudables méritos favorecieron su relación con la Corona en la década posterior, que se vio claramente acrecentada con la Escritura o forma de navegación para su alto y felicísimo pasaje de Flandes a España con motivo de la vuelta al país del recién coronado emperador Carlos (1522). Reconocido ya en ese momento como un insigne cosmógrafo, Hernando escribió dos años después El derecho que la Real Corona de Castilla tiene a la conquista de las provincias de Persia, Arabia e India, e de Calicut e Malaca con todo lo demás que al oriente del cabo de Buena Esperanza el rey de Portugal, sin título ni derecho alguno, tiene usurpadas e intervino en las Juntas de Elvas-Badajoz para defender ante Portugal la legitimidad de España sobre las islas de las Especias.11 Todo ello explica que en 1526 el Consejo de Indias le encargara la confección de una carta de navegar y de un mapa del mundo que sirviera de patrón en la Casa de Contratación de Sevilla. Por si todo esto fuera poco, su casa en dicha ciudad, cercana a la Puerta de Goles, se había convertido en la sede de una tertulia de pilotos y marinos, en torno a la cual se formó un grupo de discípulos integrado por algunos de los más destacados cosmógrafos de la época (Alonso de Chaves, Alonso de Santa Cruz o Pedro Mejía).12
De toda la producción en cosmografía atribuida a Hernando Colón, sin embargo, solo se ha conservado hasta hoy el mencionado manuscrito de la Colombina con la signatura 10-1-10, indesligable del 10-1-11, tal y como hace años quedó demostrado (Harrisse 1871, 33).13 Ambos códices contendrían el ambicioso proyecto científico con que Hernando pretendió, según su fiel servidor el bachiller Juan Pérez,14 «hazer la cosmografía de España y en ella escribir todas las particularidades y cosas memorables que hay en ella», «todas las cosas notables que hay en cada pueblo». Teniendo en cuenta el desarrollo alcanzado entonces por dicha disciplina,
el provecho [de una obra de estas características] era grande para saber las ecelencias de España pues que no hay generación cristiana que del menor pueblo que tenga, que no haya hecho discrición y figura para que el que no ha estado en Roma, Jerusalén, Babilonia, en París o en Envers y así de todas las demás, sepa la manera de su sitio y cuán grande es y pueda dar cuenta y razón de ellos como si hobiese estado en ella y aun por ventura mejor porque las particularidades mejor se veen en dibuxo.
Y, claro está, dado que «España o por mejor dezir Castilla ha carecido» de ella, Hernando Colón «quiso tomar este trabajo imenso» aun siendo «costa grande». A tal fin ?añade el bachiller Pérez:
fue necesario enviar por todos los pueblos de España algunas personas que informasen en cada pueblo de los vezinos que había y de todo lo demás que en él hobiese dino de memoria y habida la información la truxiesen por fee de escribanos e de testigos fidedinos.
Como resultado del trabajo, se encontraba en la librería hernandina, por un lado, «un libro escrito de mano, de cuarto de pliego, cosido en badana negra y atado» que contenía «la memoria de estas cosas memorables» así como «las fees que de ella[s] se traían [como] testimonios», es decir, el códice 10-1-10. De este primer libro, considerado por Pérez «prototipo o oreginal», se sacaron otros siete volúmenes «de cuarto de pliego, escritos de mano y encuadernados en tablas de madera y en cuero embesado y cosidos los cuadernos con unas correas», libros que «tienen mucho papel blanco», en clara referencia al códice 10-1-11. La información, según Pérez, se dispone en él «por orden alfabética»:
La manera que se ha de tener para hallar lo que quisieren buscar en lo que quedó hecho, es que miren la primera letra de la ciudad que quiere[n] buscar y en su lugar le hallará[n] [...] de manera que si alguno quisiere saber Sevilla qué cosa sea o qué vezinos tenga o qué sitios o qué heredades o, al fin, qué cosas memorables haya en ella, irá a la...
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