Capítulo 3
Surgimiento de los bares en La Habana
Ese es el problema con las bebidas, pensé, mientras me servía un trago.
Si ocurre algo malo, bebes para olvidarlo;
si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo;
y si no pasa nada, bebes para que pase algo [.]14
Ernest Hemingway en su esquina preferida de la barra del Floridita.
Desde 1592, el rey Don Felipe dispuso titular a la urbe como noble y fiel ciudad de San Cristóbal de La Habana y con igual fecha su gobernador Juan Maldonado cargó préstamos e impuestos sobre el vino despachado en las ochenta tabernas con que ya contaban. Transcurridos los siglos hasta el xix, otra era la imagen de La Habana, la conciencia de nación había transfigurado el puerto de tránsito en una comunidad adulta, aunque siempre carnal. Pero el dictado de los bandos oficiales seguía estragando los comercios que, genéricamente, tasaban como botillerías; se cerraban las vinaterías, pulperías, fisgones, hosterías y demás tiendas destinadas al expendio de licores. El público de los portales corridos entraba y salía de las camiserías, quincallas, fondas, vendutas, casas de huéspedes, tabaquerías y tiendas de velas de sebo; y quien más y quien menos tenía una silla habitual en un café.
Según refiere Campoamor en su libro El hijo alegre de la caña de azúcar: «[.] con 164 años de crédito, hoteles de primera con restaurantes y bares de cocina y coctelería internacional, operando como empresas inspiradas por el Instituto Nacional de Turismo, cuentan el aval de la tradición centenaria cubana y una Escuela de Hotelería, con cientos de alumnos graduados por año en las artes de servir de la gastronomía. Las Ruinas, Monseñor, La Torre, 1830, La Roca, Emperador, son casas de vanguardia entre una red que cubre el área de una ciudad abierta al gourmet».
El destacado investigador y periodista cubano Ciro Bianchi Ross señaló que con la ofensiva revolucionaria que se realizó el 13 de marzo de 1968, fueron expropiadas 1578 bodegas, muchas de las cuales tenían cantinas, 965 bares en La Habana y 1377 bares en Oriente.15 Nadie pudo explicar de dónde sacaban esos establecimientos los productos que ofertaban, si la Empresa de Bebidas hacía más de cuatro meses que no efectuaba suministros. A partir de la segunda intervención del gobierno revolucionario, se rompió el esquema y muchos de los bares pasaron a ser viviendas particulares, quedando solo en el recuerdo.
Según investigaciones que realizamos, consultando la limitada bibliografía sobre este tema, así como a través de datos adquiridos en conversaciones con personas que vivieron los años 50 o conocieron por sus antecesores de estos lugares, rescatamos alguna información que relacionamos a continuación, desglosada por zonas o municipios, aunque lamentablemente no se pudo acceder a la totalidad de los sitios que deberían conocer los jóvenes de hoy.
La Habana Vieja
La zona que abarca La Habana Vieja colonial posee unos cinco kilómetros cuadrados aún resguardados por los restos de la muralla, demolida en 1863. Este municipio es el reflejo de una mezcla de arquitecturas y el testimonio de diferentes épocas invasoras: la española, la británica, la francesa y la estadounidense. Se encuentra rodeado por plazas, fortalezas y grandes monumentos, que encierran una historia relacionada con los establecimientos que investigamos.
Sin dudas, su arteria fundamental es la calle Obispo, que tuvo su origen en el siglo xvi, en una fecha próxima a la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana. Su extensión y ubicación es muy similar a otras estructuras constructivas de algunas ciudades hispanoamericanas; comienza en una de las plazas coloniales más importantes: la Plaza de Armas (una de sus delimitaciones es el Palacio de los Capitanes Generales) y transita desde la calle Monserrate, donde existió una de las puertas de entrada de la Muralla, hasta los barrios de extramuros. A lo largo de su existencia varios han sido los nombres que ha tenido esta calle, que al igual que el de otras, nacieron del ingenio popular.
[.] Es una calle a la que le cambiaban el nombre. Fue calle de San Juan, tal vez porque la gente subía por ella al Convento de San Juan de Letrán. Fue calle de los Plateros porque desde mil quinientos trece, hombres como Juan de Oliver y Jerónimo de Espollosa, hicieron música, martillete en mano, para placer de los ojos. Fue calle del Consulado por el Real Consulado en tiempos de Don Luis de las Casas. Fue calle Weyler por el Capitán General Don Valeriano, el bárbaro famoso que dijo, quien no está conmigo está sinmigo y muchas y más graves barbaries cometió y tanta, que un minuto después de evacuadas las tropas españolas, al arrancar de cada cruce las placa, chillaban Weyler, Weyler, Weyler. También fue calle Pi y Margall, por el Republicano que en España defendió con tenacidad catalana la causa de la independencia de Cuba. Y al final, a la calle terminaron restaurándole su nombre, que desde el principio y por siempre, le han llamado y la llamarán, no de otra manera, que Calle del Obispo.16
Puerta del Arsenal, uno de los accesos de la muralla de La Habana.
Archivo personal de Juan de las Cuevas Toraya.
A partir del siglo xix o quizás antes, se convirtió en la más comercial de las calles citadinas, ganando gran popularidad y arraigo entre nacionales y extranjeros; fue testigo de la presencia de figuras emblemáticas de la cultura nacional. El hacendado Don Joaquín Gómez edificó en la esquina a Cuba en 1836 un lujoso palacete de estilo neoclásico, que en 1885 se convirtió en el hotel Florida. También nació y vivió parte de su niñez el líder estudiantil Julio Antonio Mella: así lo afirma la ensayista Ana Cairo, en su libro Mella: 100 años. Pero sin dudas la personalidad que más marcó el trayecto por esta calle fue el escritor y Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway.
La irrupción de la modernidad no impidió que importantes edificios públicos transformaran sustancialmente su arquitectura colonial y que significativas casas comerciales como la Villa de París, el Palais Royal o el Correo de París, permanecerían como las mejores de la ciudad; a los que se sumaron la panadería, café y dulcería San José, el café Europa, el bar Las Palmas, entre otros. Se comienza a beber en el Ambos Mundos y en el Nuevo Mundo; en el Café Los Bancos, el Boulevard, la Europa, en los hoteles Miramar, Inglaterra, Telégrafo, Plaza, Pasaje y en el ya mencionado Florida.
Esquinas y plazas de La Habana Vieja
Desde los tiempos de la colonia, la esquina de Luz y Oficios fue de las más frecuentadas en La Habana, era un espacio propicio para el intercambio comercial y el encuentro social, por ser esta una zona de transportación de pasajeros. Ello trajo consigo el fomento de casas de hospedaje, hoteles, bares, cafés, restaurantes, y otro grupo de servicios como barberías, casas de cambio y las frecuentes vidrieras de tabacos y cigarros. La plazoleta situada frente al Muelle de Luz tomó el mismo nombre del espigón y la calle que la rodea.
La calle Oficios fue de las primeras en especializarse por los establecimientos que ha poseído, cuyos empleados le dieron su nombre: escribanos, herreros, fundidores, plateros, calafates, carpinteros, relacionados con la actividad del puerto. Igualmente, existían pequeños talleres de orfebres, especialmente en joyería sagrada, que alcanzaron gran fama por sus obras. Oficios era la vía de comunicación por excelencia entre la Plaza de Armas, la de San Francisco y la Alameda de Paula, todos espacios públicos de primer orden en la ciudad.
Interior del hotel Florida.
Hotel Telégrafo.
El historiador Francisco González del Valle la describió así en 1841: «Durante el día, la calle de los Oficios era una de las más bulliciosas y concurridas por peatones, carretas, carretillas, volantas y quitrines, por ir hacia los muelles y hacia la Casa de Gobierno, al Apostadero y la Caja de Ahorros, situada donde hoy está el Monte de Piedad; por la noche los quitrines y volantas la animaban por los que iban de paseo a la Alameda de Paula, a la Plaza de Armas y al Teatro Principal, que era todavía en esa época de los sitios predilectos de los habaneros».17
La calle Luz, que corre desde el borde costero hasta la antigua franja amurallada, se llamó antaño del Molino, y algunas veces del Molinillo, por haberse instalado, desde el siglo xvii, un molino de trigo en el encuentro de esta calle con los muelles. En este sitio que ocupó el molino, construyó José Cipriano de la Luz, Regidor y Correo Mayor de la Isla, una hermosa residencia, erigida a todo lo largo de un costado de la plazoleta y a partir de ese momento, la calle comenzó a nombrarse como Luz.
Algunos de sus bares
BAR FLORIDITA
La Habana Vieja, desde sus primeros inicios como villa fundada por los conquistadores españoles, fue una ciudad tentadora, constantemente asediada y cuyo encanto atrajo siempre a otros colonialistas. A sabiendas de que la capital cubana resultaba un sitio estratégico para el paso de los barcos cargados de oro u otros bienes de la Real Armada española, cuyos marinos aprovechaban para descansar aquí luego de un...