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INTRODUCCIÓN
EN APNEA A TRAVÉS DE LA HISTORIA
La palabra apnea deriva del griego a-pnoia, sin respiración. Literalmente, no hace referencia a lo «acuático», pero, en el lenguaje corriente y no médico, se utiliza para referirse a una especialidad deportiva: la inmersión en agua sin la asistencia de un equipo autónomo de respiración. La apnea es un deporte reglamentado, con especialidades bien definidas, registro de los récords, atletas de alta competición, campeonatos mundiales y miles de apasionados que lo practican por diversión.
Los orígenes de esta disciplina se pierden en la noche de los tiempos, en un singular conjunto de leyendas, datos históricos y crónicas. Y ello no es ninguna casualidad. La apnea, más que otros deportes, toca los reflejos atávicos del ser humano. Basta pensar que el líquido amniótico en el cual se desarrolla el feto es muy similar al agua del mar; un neonato sumergido en agua nada instintivamente a braza con continuas apneas de 40 segundos, y continúa haciéndolo hasta que aprende a caminar.
Si en el individuo este impulso queda oscurecido por la conquista de la posición erecta, en la memoria de la humanidad la práctica de la apnea ha dejado trazas indelebles: leyendas, mitos, relatos de antiguos historiadores, hasta las crónicas más recientes de los atletas de nuestros días que, con sus récords, no sólo han escrito las páginas extraordinarias de la historia de este deporte, sino que han obligado a reescribir manuales enteros de fisiología humana.
Cualquier apneísta habrá oído decir, al menos una vez, la célebre frase del médico francés Cabarrou, cuando fue interrogado sobre la posibilidad que tenía un hombre de descender más allá de los 50 m, y sentenció: «il s'écrase.», es decir, se rompe. Esto ocurría antes de que Enzo Maiorca arrancase en Ústica, en 1962, el testigo de -51 m volviendo indemne a la superficie.
La historia de los récords es la historia misma de la apnea: cada atleta, superando el límite de quien lo ha precedido, ha abierto el camino a la evolución de las técnicas de inmersión, poniendo a punto una progresión didáctica que ha forjado nuevos campeones.
Hemos recogido en esta introducción las etapas principales de la historia de la apnea para permitir a cada lector apropiarse del patrimonio de conocimientos precedente y con ello entender mejor las técnicas y los ejercicios que encontrará en los capítulos sucesivos, sin contar que la historia de la apnea, a lo largo de los siglos, mantiene inalterada toda su fascinación.
LOS ORÍGENES DE LA APNEA: DEL MITO A LA HISTORIA
La inmersión en apnea nace de la necesidad de obtener recursos alimenticios del fondo marino, entre poblaciones asentadas a lo largo de las costas de mares y lagos.
Los «comedores de conchas»
Los vestigios más antiguos de la pesca en apnea son los hallazgos hechos por los paleontólogos en la costa del mar Báltico, donde, entre 7.000 y 10.000 años atrás, estaba establecida una comunidad conocida con el nombre danés de Kojkkenmodinger, «los comedores de conchas». El nombre fue sugerido por el encuentro de consistentes restos fosilizados de conchas en el asentamiento, un testimonio que presupone el conocimiento y la práctica de adecuadas técnicas de inmersión para la recolección de moluscos del fondo marino.
En las excavaciones que trajeron a la luz los restos de la civilización mesopotámica, surgida entre los ríos Tigris y Éufrates (4500 a. C.), y en las egipcias de la VI dinastía que reinó en Tebas (3200 a. C.), se han encontrado numerosos objetos ornamentales en nácar, material que sólo se puede obtener pescando conchas del fondo del mar.
En todas las culturas surgidas en la cuenca mediterránea seguramente se practicó la apnea, según confirman tanto los restos arqueológicos como las crónicas de los historiadores griegos y romanos. Muchos historiadores de la antigüedad describen el comercio de la púrpura, preciadísima sustancia colorante destinada al teñido en rojo oscuro de las túnicas de reyes y emperadores (y luego de los cardenales, príncipes de la Iglesia). El preciado colorante se extrae de la glándula «purpurígena» del Murex brandaris o del Bolinus brandaris, moluscos gasterópodos muy comunes en el Mediterráneo que, obviamente, sólo podían pescarse en inmersión. La práctica de la apnea, sin duda, formaba parte de la vida cotidiana de las poblaciones del Mediterráneo y queda testimoniada también por numerosos mitos y leyendas llegados hasta nuestros días.
Glauco, el «verde marino»
La figura mitológica más cercana a un apneísta ante litteram es probablemente la de Glauco, el «verde marino». El mito de Glauco pertenece a la civilización minoica que, surgida en la isla de Creta, alcanzó su máximo esplendor entre el 2000 y el 1570 a. C., extendiendo su poder comercial y militar sobre una amplia franja del Mediterráneo.
En el mito minoico, Glauco era hijo de Minos, rey de Creta, y de Pasífae, «aquella que todo ilumina». De niño cayó en una vasija de miel y se ahogó. Después Poliido, el adivino, lo devolvió a la vida gracias a una planta mágica. La leyenda llegó a Grecia, pero con la tradición la historia cambió radicalmente: Glauco se convirtió en un pescador transformado en dios marino por virtud de una hierba mágica que tenía el poder de hacer resucitar a los peces. Desde su morada en Delos, cada año visitaba los puertos de Grecia y pronunciaba esperados oráculos para la gente de mar. Varias y desafortunadas fueron sus historias de amor. Enamorado de la ninfa Escila, se encomendó a la poderosa hechicera Circe para que lo ayudara. Fue un grave error; Circe, enamorada a su vez de Glauco, transformó a Escila en un monstruo. Intentó conquistar a Ariadna, abandonada por Teseo en la isla de Naxos, pero le fue sustraída por Dioniso.
La figura del dios marino se encuentra en muchas célebres obras literarias: en las Metamorfosis de Ovidio, en Dante, que la recuerda en el Paraíso (canto I, 68), y, en época más reciente, ha sido contada por Luigi Ercole Morselli en la tragedia Glauco, y citada por Gabriele D'Annunzio en el Alcyone. Cada artista ha representado a Glauco según la sensibilidad de su época, pero seguramente a todos ha fascinado como ninguno el hombre que puede vivir bajo el agua.
La representación visual más segura del dios es la de un mosaico conservado en el «Gabinete de medallas» de París, en el cual aparece la figura de un centauro marino, expresamente señalada con el nombre de Glauco. En la iconografía es frecuente que se confunda con Proteo y los Tritones. Por ello no puede asegurarse que sea de Glauco, el colosal busto del Vaticano, que representa a un dios marino de tupida barba. Pero la figura de Glauco es curiosa también porque en otra versión del mito, éste muere en el agua. Se narra que Poseidón, el dios del mar, quedó tan admirado de una excepcional inmersión suya que no lo devolvió a la superficie para acogerlo en su corte, entre las náyades y las sirenas. Cuando el cuerpo de Glauco emergió estaba cubierto de algas y conchas, y su barba había adquirido el color del mar.
Imagen de un pescador, de una pintura mural minoica encontrada en la isla de Tera, del siglo XVI a. C.
Del mito, a la historia
Si la representación artística de Glauco es hija del mito, aquélla que puede verse en un bajorrelieve babilonio de 1885 a. C. está, en cambio, extraída de la realidad cotidiana de los pescadores de la época: en la imagen está representado un hombre bajo el agua que respira por un odre colgado del pecho, a través de un tubo que sujeta fuertemente entre los labios. El del relieve babilonio es sólo uno de los tantos «protosub» heredados de los antiguos.
El historiador griego Herodoto, en la narración de la guerra contra los persas, describe cómo en 480 a. C., en una noche oscura, el pescador Escila y su hija Cyana, nadando bajo el agua, cortaron los cabos de anclaje de la flota persa que asediaba Atenas, y destruyeron así las naves del rey persa Jerjes que, empujadas por el mistral, se estrellaron contra la escollera. Otro historiador ateniense, Tucídides, cuenta que en 415 a. C., durante el asedio de Siracusa por parte de los atenienses, algunos buzos fueron a cortar los palos antidesembarco de los siracusanos. También el filósofo Aristóteles relata una empresa análoga efectuada por buceadores griegos que destruyeron las defensas del puerto de Tiro, y precisa que estos antecesores de los modernos...
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