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Los temas desarrollados en torno al núcleo de axiomas fundamentales son muy numerosos. Los que he seleccionado como más representativos los expondré agrupados en torno a cada una de las tres formas expresivas características del sistema y el lenguaje religioso: el mito, el rito y el ethos. Constituyen tres modos de codificación del mensaje, con su significado específico, que se interrelacionan y se refuerzan recíprocamente.
En primer lugar, la forma expresiva del mito, característica de todo lenguaje religioso, ha de entenderse en el sentido de un gran relato fundamental. El carácter mítico de la narración está presente, de hecho, en toda visión del mundo, de la humanidad y su historia. Por su propia naturaleza, este tipo de visión trasciende el conocimiento científico y el saber empírico ordinario. Supone siempre una interpretación más o menos sistemática, a la luz de los axiomas fundamentales correspondientes, que a su vez se expresan a través de ella. En las religiones complejas, la codificación mítica no se da como pura mitología desconectada de la historia, sino que mezcla historia y mito en diversos grados. De esta manera, se produce una mitificación de la historia y una historización del mito. La cosmovisión mitologizada se formula y se transmite mediante mensajes codificados en un género narrativo, predominantemente en un lenguaje propio de la mitología, pero que puede ser también el de la filosofía, o el de la teología; o bien en una combinación de ellos.
En el fondo, todo sistema religioso implica alguna filosofía, más o menos latente, en su visión del mundo, en su concepción del tiempo, del orden social y del ser humano. Siempre hay una cierta filosofía subyacente al credo, aunque, en este, el pensar filosófico suele presentarse con características de dogma.
Entre los principales temas que articulan la concepción última de la realidad, narrados en la historia sagrada y con rasgos míticos o metafísicos, hemos seleccionado y vamos a desarrollar: el tema de la revelación; el tema de Dios; el tema de Abrahán; el tema de Moisés; el tema de María; el tema de Jesús; y el tema de Mahoma.
El concepto de revelación tiene que ver con la idea de que Dios, trascendente, se comunique con la humanidad, o haga llegar un mensaje suyo por medio de algún sabio, místico o profeta. Las religiones organizadas, en especial las monoteístas, consideran que sus escrituras o libros sagrados contienen verdades reveladas. Pero no hay una única manera de entender cómo procede en concreto la revelación.
Según el Nuevo testamento
En el cristianismo, los escritos neotestamentarios son obra de diferentes autores con sus nombres propios. Por consiguiente, el autor de cada escrito es siempre humano y el carácter de «revelación» significa solamente que cuenta con cierta inspiración divina. Lo cual no impide que a veces puedan ser, en parte, textos circunstanciales, y que contengan incluso afirmaciones o datos erróneos.
Lo que el cristiano cree que constituye la plena revelación de Dios es la persona de Jesús, como Hijo de Dios, como Mesías, que puso en marcha el reino de Dios con sus enseñanzas y sus hechos, con su muerte y resurrección.
El mensaje de Jesús presenta una llamada a la conversión, apelando a la libertad personal, y sus exigencias tienden más bien a relativizar los mandatos legalistas, aunque se trate de la Ley de Moisés, en función de valores éticos supremos:
«'Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?' Él le contestó: 'Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el principal y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo'» (Mateo 22,36-39).
Para los cristianos, lo que proviene de Dios es Jesús en persona, que se acreditó por la excelencia de sus enseñanzas, por la bondad de sus obras y milagros, por el misterio de su pasión, muerte y resurrección, y por la promesa cumplida del Espíritu. Su legado fundamental no es ningún código legal sacralizador de un orden social, sino que es el Espíritu Santo, el mismo que movía a Jesús, que se comunica al interior de cada persona, primero a los apóstoles, luego a todos los discípulos y, potencialmente, a todos los humanos. Así lo describen, por ejemplo, los siguientes pasajes simbólicos:
«[Jesús] salió del agua y al punto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios bajar como paloma y posarse sobre él» (Mateo 3,16).
«Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto» (Mateo 4,1).
«Vieron aparecer unas lenguas como de fuego que se repartían posándose sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar» (Hechos 2,3-4).
«Derramaré mi Espíritu sobre todo humano. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños, y sobre mis siervos y mis siervas derramaré mi Espíritu» (Hechos 2,17-18; cita una profecía de Joel).
En consecuencia, en virtud de la entrega de Jesús, se realiza la salvación. El Nuevo testamento desarrolla un nuevo concepto de la relación con Dios en Cristo y por gracia del Espíritu santo, infundido en la conciencia de los creyentes. El Espíritu «os guiará hasta la verdad plena» (Juan 16,13), para conseguir la «gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Romanos 8,21), pues «con esta libertad nos liberó Cristo» (Gálatas 5,1). El apóstol Pablo lo explicita en su epístola a los gálatas:
«Al llegar la plenitud del tiempo, Dios ha enviado a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para que rescatara a quienes estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la filiación adoptiva. Y como sois hijos, Dios ha infundido en vuestro interior el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abba, Padre! De modo que no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero» (Gálatas 4,4-7).
Según el Corán
Para referirse a la revelación, el Corán habla reiteradamente de lo que «desciende» del cielo. Y ¿qué es lo que desciende del cielo? Lo que desciende es un libro. La tesis coránica es que Dios envía a cada nación un profeta (Corán 43/35,24), y a cada profeta le entrega un libro con su ley (Corán 112/5,48). Dios no hace distinción entre unos enviados y otros (Corán 87/ 2,285; 89/3,84; 92/4,152). El mensaje y la ley revelados son siempre idénticos (Corán 43/35,43; 50/17,77; 90/33,38 y 62; 111/ 48,23). Así, Dios entregó la Torá a Moisés (Corán 39/7,145; 39/7,154), el Evangelio a Jesús (Corán 89/3,3; 94/57,27; 112/5,46) y el Corán a Mahoma (Corán 39/7,2; 112/5,43-50), de manera que cada uno confirma lo que había antes de él.
El islamismo sostiene que la autoría del Corán corresponde a Dios mismo, y que el libro es literalmente un texto divino, dictado a través de un ángel. Aduce como prueba la perfección lingüística del texto y su inalterabilidad a lo largo del tiempo. Pero el estudio empírico desmiente estas dos afirmaciones. En realidad, el Corán presenta numerosos errores y variantes; ni siquiera es obra de un solo autor conocido, sino que en su redacción intervinieron muchas manos.
Los musulmanes, sin embargo, consideran que este libro es palabra literal de Dios. Lo más característico de su contenido consiste en postular esa literalidad de lo que hay que creer y obedecer como ley divina, entendida como una colección de preceptos particulares a los que los creyentes han de someterse. El receptor o mediador de esas revelaciones habría sido Mahoma, con quien pretendidamente concluyó toda profecía, idea que deriva de interpretar en tal sentido la expresión «el sello de los profetas» (Corán 90/33,40).
Lo más habitual del Corán, al referirse a sí mismo como revelación, es usar la expresión «descender»: se ve como un escrito que «desciende» del cielo, que Dios hace «descender» sobre el profeta. Las alusiones del Corán referidas a sí mismo, no siempre claras, dicen que es:
- un libro que Dios lo hizo descender (Corán 38/38,29; 39/7,2; 39/ 7,196; 45/20,2; 50/17,82; 55/6,155-156; 64/44,3; 69/18,1; 70/16,64 y 89; 72/14,1; 85/29,47; 87/2,91 y 231; 89/3,7; 92/4,113; 96/3,36; 112/ 5,49 y 101 y 104);
- o un libro que descendió de parte de su Señor (Corán 39/7,3; 51/ 10,20; 55/6,114; 59/39,55; 87/2,285; 112/5,67-68);
- descendió en el mes de ramadán (Corán...
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