Estudios histórico-teóricos
1922-1959: retrospectiva de la radio cubana
La historia de la industria electrónica y de los medios de comunicación cubanos constituye un reservorio histórico, cultural y patrimonial descomunal, donde se funden la tecnología, los géneros y formatos mediáticos, los contenidos más diversos, las estrategias comunicativas, mercantiles, artísticas y simbólicas; la política, la cultura y la ideología.
El caudal de información identificado sobre esta etapa resulta solo la muestra de un universo vasto, desconocido u olvidado.
El panorama sociopolítico cubano de la primera mitad del siglo XX revela una población mayoritariamente iletrada, analfabeta funcional o de escaso nivel educacional, con limitado acceso a los sistemas de enseñanza existentes: el público y gratuito -cuya penuria material solo compensaban la dignidad y el patriotismo de sus escasos maestros- y el privado con fines comerciales, orientado a los niveles económicos con mayor poder adquisitivo de la población, en manos de ciudadanos cubanos y estadounidenses.
La carencia de empleos generalizada impide a muchos pagar las taquillas o adquirir el vestuario adecuado para asistir a los escenarios teatrales.
La radio y la televisión devienen plataformas informativas, comunicativas, mercantiles, artísticas-culturales y simbólicas que proveen una compensación social masiva pues su consumo -fundamentalmente hogareño- no precisaba, por ejemplo, el dominio de la lectura o las erogaciones financieras relacionadas con el acceso a su disfrute.
Al socializar el conocimiento, la información, la cultura y la comunicación en los públicos más diversos, la radio y la televisión -aliadas a la publicidad- devinieron ejes básicos de la naciente Industria Cultural.
Propulsión de la radiofonía
En la década de 1930, nuestras radioemisoras más pobres quiebran y las más poderosas se afilian a la NBC y la CBS norteñas, conglomerados radiales que finalmente alternan la radio y la televisión, cuyos accionistas principales eran las electrónicas General Electric, RCA Víctor y Dumont.
El efecto de la crisis y la irrupción de la Industria Cultural anglosajona en nuestra sociedad devastan el sistema teatral y potencian a la radio nacional y al cine foráneo.
Entre sus prácticas culturales novedosas destaca la siguiente: los espectadores de teatros y escenarios públicos abiertos emigran a los foros mediáticos donde presencian, en tiempo real, la realización, difusión y grabación de programas habituales.
En este proceso, se aprenden rutinas productivas e inauguran una modalidad de relación directa con los artistas-comunicadores, que convierte a los otrora oyentes pasivos en espectadores activos.
Las primeras cadenas nacionales de radio expanden las señales capitalinas al resto del país y hacia otros continentes, potencian así un boom radial de grandes dimensiones sustentado en:
El incremento de la potencia de los transmisores.
La simultaneidad de las ondas corta y media.
La transmisión de las señales a través de las líneas telefónicas.
La orientación de los contenidos a públicos de variados segmentos poblacionales, que gesta la diversificación y la especialización de géneros y formatos radiales.
El sistema de estrellas.
La aplicación de modernas técnicas de persuasión y de investigación de comunicación aplicadas al sector mediático.
Tal mixtura de soportes, escenarios, herramientas, visiones y métodos potencia las producciones, los servicios y las ganancias de las radioemisoras y su relación con la población.
Durante esa década, La Habana -con una treintena de radioemisoras en operación- poseía más plantas por habitantes que la populosa New York, donde ocho millones de habitantes solo contaban con catorce de ellas.
La fusión de la Industria Cultural con la gestión radial propulsó la rentabilidad financiera del sistema y la sinergia funcional, económica, comunicativa y simbólica entre los involucrados.
La efectividad, el dinamismo y el flujo integral de su gestión catapulta su imagen pública y hegemonía simbólica-ideológica y permite forjar un amplio imaginario colectivo en nuestra sociedad.
Para la radiodifusión cubana fundacional -cuya propiedad se concentraba fundamentalmente en grupos familiares- la gestión comunicativa era en esencia un negocio lucrativo, impulsado por fabricantes de bienes de consumo, empresas de servicios, importadores, anunciantes y agencias de comunicación o mercadeo.
Principales patrocinadores
Entre las estrategias mercantiles-comunicativas más generalizadas en la radiofonía comercial cubana destaca la identificación de los espacios de difusión con los nombres de figuras, empresas, comercios, agencias publicitarias y marcas.
Para emitir sus proyectos, los anunciantes-patrocinadores o importantes productores de bienes de consumo rentaban los estudios o foros radiales que habían sido habilitados con tecnología y personal especializado de las empresas radiofónicas.
Las marcas más reconocidas de nuestra radiodifusión fueron:
Jaboneras: Gravi, Crusellas1 y Sabatés.2
1 Desde 1863, los hermanos catalanes Juan y José Crusellas Vidal se radicaron en La Habana y fabricaron jabón, perfume, velas de sebo, agua de tocador, gaseosas, minerales, bebidas alcohólicas, zumos y panaderías. Sucesivas asociaciones los vincularon a la cervecera La Imperial y La Nueva Fábrica de Hielo S. A., gestora de la cervecera La Tropical, con gran participación en los ámbitos mediáticos. Desde la década de 1930, fue subsidiaria de la transnacional Colgate-Palmolive Peet. En los años cuarenta, gestionaba el 70 % de la emisión total de la radio cubana.
2 En 1860, los hermanos catalanes Juan y José Sabatés Costa, establecidos en La Habana, fabricaron jabón y velas en sucesivas sociedades anónimas. En la década de 1930, devino subsidiaria de la Procter And Gamble estadounidense, aunque como en Crusellas, daba la ilusoria imagen pública de ser una empresa nacional. Crusellas y Sabatés, inauguraron en Cuba, antes de 1958, las dos primeras fábricas de detergentes sintéticos de América Latina.
Cigarreras: H. Upmann y Regalías El Cuño.
Cerveceras: Hatuey, Polar y Cristal.
Anuncio de patrocinadores radiales y de TV (años cincuenta). Foto: Archivo de la autora.
Anuncio de patrocinadores radiales y de TV (años cincuenta). Foto: Archivo de la autora.
En el mercado interno cubano, la electrónica más importante fue la RCA Víctor. Representada en Cuba por la importadora local Humara y Lastra, propiedad de Miguel Humara y Julián, la preponderancia de RCA Víctor se extendería al audiovisual y a la discografía.
Las transnacionales electrónicas estadounidenses tendrían un amplio espectro de influencias en nuestro país. Patrocinaban, anunciaban, distribuían y comercializaban productos exclusivos en los mercados y proveían la tecnología básica de telecomunicaciones, discografía y video médico.
Por añadidura, en su carácter de accionistas de los consorcios de radiodifusión estadounidenses, legaron sus prácticas mediáticas y su modelo de organización industrial.
Tal fue la importancia de la RCA en la CMQ Radio antes de marzo de 1948 -fecha de inauguración de Radiocentro- que la fachada de su edificio en Monte y Prado poseía en letras de mampostería a relieve las siglas de CMQ y de RCA. Por si fuera poco, sus anuncios lumínicos rutilaban en los principales foros de grabación, junto a los de General Electric, Dumont y Philco.
El resto de los productores norteños representados por importadores cubanos compartían el patrocinio radial con nuestras pujantes firmas de licores o bebidas, las cigarreras e importantes entidades comunicativas que simultaneaban la investigación, el diseño, la realización y la producción de campañas, mensajes con fines mercantiles, planes de medios y proyectos mediáticos de variados géneros.
Las agencias publicitarias más poderosas sumaban a sus tareas esenciales la realización íntegra de los proyectos patrocinados por ellas, la contratación exclusiva de sus creadores e intérpretes (escritores, directores, músicos e intérpretes) y la producción de programas de disímiles formatos informativos, artísticos y promocionales insertados en la programación regular de radio y televisión.
Algunas productoras de programas no mediáticas, como Crusellas y Sabatés, superarían de tal forma el volumen productivo de las propietarias de radioemisoras que marcaron por largo tiempo la tendencia en los contenidos, en los estilos artísticos de géneros y formatos y hasta en los códigos simbólicos, culturales e ideológicos de nuestra programación habitual nacional.
Pese al impacto logrado por estas jaboneras en el imaginario social cubano, muchos ignoran que su afiliación a transnacionales foráneas encubría una modalidad hegemónica que garantizaba su impacto en los públicos locales.
Tras la fusión, las empresas cubanas conservaban su denominación original y convertían a su antiguo...