Prólogo
Elier Ramírez Cañedo
Siempre he pensado que pudiéramos hacer mucho más para ponderar desde el punto de vista ideológico y cultural -pensando sobre todo en las jóvenes generaciones- cada obra de arte relacionada con nuestras gestas libertarias.
En el año 2018 fui testigo de cómo la proyección en nuestros cines del filme Inocencia, sobre el vil asesinato a los 8 estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871, impactó a los espectadores cubanos, entre ellos muchos jóvenes, quienes en las aulas habían conocido del hecho histórico, pero al hacerlo a través de una obra cinematográfica de alto vuelo como Inocencia lograron una conexión emocional difícilmente alcanzable en un libro de texto o en una clase tradicional de Historia. Sin embargo, hubiese sido un momento muy oportuno para que otras actividades culturales permitieran profundizar en la juventud el conocimiento de aquel acontecimiento y su contexto. La publicación y presentación en las universidades del país de los libros El 27 de noviembre de 1871, de Fermín Valdés Domínguez y A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, de Luis Felipe Le Roy y Gálvez, entre otras propuestas desde los medios de comunicación, las instituciones culturales, las aulas y las organizaciones políticas y de masas, hubieran permitido aprovechar al máximo un momento cumbre en la captación de la atención y el interés de amplios sectores de la población sobre un hecho tan relevante de nuestra Historia patria.
Que la película Inocencia no quedara allí, reducida al momento de su exhibición en los cines y la televisión, se convirtió en motivación principal para Ediciones ICAIC, bajo la sabia conducción de Mercy Ruiz, y de la Editorial UH, entonces liderada por el Dr. José Antonio Baujin. En 2020 se logró la publicación de Con un himno en la garganta. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia, de Alejandro Gil.
Siguiendo esa ruta virtuosa y útil, luego del estreno en nuestros cines de otra obra memorable de nuestra cinematografía épica, inspirada en la vida del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz (1841-1873), Ediciones ICAIC propone ahora Ese espacio azul que nos corona. Historia y cine en El Mayor, de Rigoberto López, que tengo el gusto y el honor de prologar.
Se trata de un libro muy singular, pues combina la intención de profundizar en los valores de la obra de arte en sí, como en la historia, entorno y pensamiento de Ignacio Agramonte, una de las figuras icónicas de nuestras guerras de independencia. Para este esfuerzo fueron convocados importantes historiadores de distintas generaciones en nuestro país, como Pedro Pablo Rodríguez, Yoel Cordoví Núñez, Rafael Acosta de Arriba, René González Barrios, Ángel Jiménez González, Fabio E. Fernández Batista y Luis Fidel Acosta Machado.
El Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas y de Historia, Pedro Pablo Rodríguez, resalta los valores del texto martiano «Céspedes y Agramonte», publicado en 1888 en el semanario El Avisador Cubano y considerado un clásico para el estudio de ambas personalidades.
Un amplio recorrido y análisis historiográfico sobre la figura del joven Bayardo y su contexto es abordado de forma magistral por el presidente del Instituto de Historia de Cuba, Cordoví Núñez.
Las contribuciones de Agramonte al arte militar cubano son el centro de atención del trabajo de Jiménez González, en el que se muestra la evolución y crecimiento del Bayardo como táctico y estratega militar, adquiriendo en poco tiempo gran prestigio dentro de las huestes mambisas.
El pensamiento militar del Mayor General Ignacio Agramonte -resalta el autor- alcanzó su mayor vuelo a finales de 1872, cuando elaboró un plan para invadir Las Villas, que presentó al gobierno el 1ro. de enero de 1873, como primer paso para llevar la lucha armada al occidente del país [.]
La impronta del pensamiento militar de Agramonte caracterizó a las tropas del Camagüey, con las cuales Máximo Gómez obtendría victorias tan sonadas como los ataques a Nuevitas y Santa Cruz del Sur, y las acciones de La Sacra y Palo Seco. Esas tropas también se batieron con brillantez en Naranjo-Mojacasabe y Las Guásimas, y participaron en la invasión a Las Villas.
González Barrios aporta elementos biográficos poco conocidos de los tres hombres que discreparon con El Mayor: Carlos Manuel de Céspedes, Manuel de Quesada y Thomas Jordan. De esta manera, se logra una mayor comprensión de los acontecimientos y, sobre todo, la dimensión histórica de estos tres personajes que aparecen en el filme.
Acosta de Arriba, por su parte, realiza un amplio análisis de la figura de Céspedes. Aunque desde el comienzo de su ensayo adelanta que «el Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo que nos ofrece El Mayor posee más elementos a favor que en contra en su representación del personaje histórico», en unos casos enriquece y en otros aclara la información que ofrece el filme sobre Céspedes, en especial, sobre los encuentros y desencuentros de este con Agramonte.
«La película El Mayor -sostiene Acosta de Arriba- es cuidadosa a la hora de analizar las posiciones encontradas y no toma partido, solo las expone para que el espectador se haga su juicio propio». Más adelante destaca: «La película ha despertado en la crítica criterios contrapuestos, defendidos con pasión por ambos extremos: los acérrimos críticos y sus leales defensores. Quisiera decir que, como quiera que sea ponderada, lo que sí no posee discusión alguna es que se trata de la película que aborda por primera vez y con centralidad la formación de la nación cubana [.] Es un mérito de Rigoberto López».
El joven historiador y profesor Acosta Machado se adentra en las relaciones entre Cine e Historia, y la forma en que se complementan. Destaca la importancia del cine y de esta película en particular como instrumento docente y pedagógico.
Una lectura en clave política desde el presente cubano constituye el argumento central del trabajo del profesor e investigador Fernández Batista. Un texto audaz, polémico y necesario, sobre todo si consideramos que la Historia no debe solo constituir un amuleto del pasado a conocer y admirar, sino una vía imprescindible para comprender y transformar el presente, desde los principios y esencias que han caracterizado las luchas revolucionarias del pueblo cubano, desde 1868 hasta hoy.
No puedo dejar de resaltar el trabajo de la camagüeyana, Dra. en Ciencias de la Comunicación, María Antonia Borroto Trujillo, sobre el amor que se profesaron Ignacio y Amalia Simoni y como este ha sido abordado en la literatura histórica a partir de la amplia correspondencia entre ambos. Tampoco el del escritor, investigador, periodista e historiador Gerardo Castellanos, fallecido en 1956, de quien aparecen en esta compilación breves fragmentos de su obra Pensando en Agramonte, publicada en 1939, sobre la casa donde naciera el Bayardo el 23 de diciembre de 1841; así como las «Apostillas sobre El Mayor» del crítico cinematográfico Luciano Castillo, quien expone algunos antecedentes del cine épico en Cuba, detalles de la vida profesional de Rigoberto López y la historia misma de la cinta El Mayor, desde su concepción y rodaje hasta su exhibición.
Considero un acierto la inclusión del diálogo entre el politólogo Rafael Hernández y el historiador canadiense Hal Klepak luego de dos presentaciones especiales organizadas por el ICAIC a estudiantes y profesores de Historia de Cuba. Ambos estudiosos realizan un rico intercambio sobre el filme, los temas, los personajes y el contexto que aborda. Unas palabras de Rafael Hernández casi al final del diálogo valen para resaltar tanto la importancia del largometraje El Mayor como de este libro que ahora prologo:
Seguramente hay maestros que dicen: «Es que los jóvenes no están preparados para entender una contradicción como esta». Con ese expediente basta para descartarlo. Se trata de una manera de creer, y de concebir la pedagogía y el papel de la educación, así como el papel del arte en la educación, y de propiciar una interpretación lineal de la Historia.
Presentar la Historia de manera dialéctica, como resultado de contradicciones a menudo serias dentro del propio campo de la Revolución, es lo que la película hace, y de tal manera es imposible verla sin advertirlo, no puede soslayarse. La escuela cubana que enseñe Historia en el preuniversitario, en la secundaria, se enfrentaría ahí a la cuestión de tener que explicar en la clase de qué se trataba; en lugar de eludir la existencia de esas contradicciones. Creo que la película resalta el papel del arte, que no es precisamente el de un libro de Historia, pero sí es el de llamar la atención sobre los problemas, los conflictos, las contradicciones humanas. Esa visión de lo humano también es parte del mérito de la puesta en escena de esta historia, porque al final se trata de gente de carne y hueso, no bustos de mármol que de pronto cobran vida en la pantalla.
Al leer los textos que integran Ese espacio azul que nos corona. recuerdo a la profesora Elda Cento, profusa estudiosa de la vida y obra de Ignacio...