2 Comunidad todos los días
1 Pedro 1:13-2:8
Imagina que un día te despiertas y descubres que eres misionero en un país extranjero. El idioma, la cultura, la cosmovisión y los valores no resultan familiares. Afortunadamente, eres parte de un equipo. ¿Qué vais a hacer? Vais a aprender juntos la lengua y la cultura. Vais a explorar cómo interactúa la historia de la Biblia con la perspectiva de la gente que os rodea. Vais a intentar conectar con ellos relacionalmente.
Esta es la situación en la que se encuentra la iglesia occidental. La cultura ha evolucionado. Como ya hemos visto, no es lo que era hace cien años, cuando estaba formada de manera significativa por la historia de la Biblia. Nos hallamos en una situación misionera. No podemos seguir emprendiendo la misión de forma pastoral.
No podemos asumir que la gente siente la necesidad o la obligación de asistir a la iglesia, ni entendemos la cultura. Tenemos que operar como misioneros en una tierra extranjera.
No podemos esperar que el mundo sea como nosotros
La mentalidad cristiana espera que el mundo sea como nosotros y comparta nuestros valores. Y protesta cuando el mundo no es como nosotros. A menudo, los cristianos se quejan del trato que recibe el cristianismo en el entorno cultural más amplio; de las legislaciones que no reflejan valores cristianos. Se lamentan de la representación del cristianismo en los medios de comunicación. Censuran a los políticos que se declaran ateos. A nosotros no nos gustan estos hechos, pero ninguno de ellos nos sorprende. No podemos esperar que el mundo sea como nosotros. En realidad, nos sorprendemos cuando sí vemos que la cultura se sujeta a valores cristianos o reacciona de forma positiva ante la iglesia. Esto es, quizá, algo que las iglesias libres pueden enseñar a las anglicanas en Inglaterra. Parte de nuestra historia consiste en persecución y marginación. No somos parte de la clase dirigente y con frecuencia, a lo largo de nuestra historia, la clase dirigente nos ha perseguido. El anglicanismo a menudo carece de esta memoria colectiva. Para los anglicanos realmente supone una sorpresa verse marginados, porque están acostumbrados a ser parte de la clase dirigente. Sin embargo, a menudo las iglesias libres han querido reprimir esta memoria, buscando respetabilidad. Muchas de las grandes capillas inconformistas que se construyeron en las calles principales eran un intento de decir: "Hemos llegado: somos parte de la sociedad predominante". La conformidad de clase media ha reemplazado a la tradición del desacuerdo inconformista. Necesitamos recuperar el sentido de que, si este año no acabamos en prisión, entonces ha sido un buen año en el que, por la gracia de Dios, hemos salido bien parados.
Siempre fue así. En los versículos 2:4-8, Pedro dice que los creyentes son "como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual", con Jesús como piedra angular o coronamiento. Somos piedras vivas, al igual que Cristo es la Piedra viva. Sin embargo, observa cómo describe el texto a Cristo. Él es la Piedra "rechazada por los seres humanos pero escogida y preciosa ante Dios" (2:4). Él es "la piedra que desecharon los constructores, [que] ha llegado a ser la piedra angular" (2:7). Él es "una piedra de tropiezo y una roca que hace caer" (2:8). Pedro está siguiendo a Jesús mismo cuando utiliza Salmos 118:22 para describir su rechazo por parte de la humanidad (Marcos 12:10). Jesús es rechazado por la gente, pero escogido por Dios. La piedra angular es la piedra sobre la que se colocan todas las demás piedras. La Piedra por la que somos piedras vivas es la Piedra que los seres humanos han rechazado, pero Dios ha honrado. Así que podemos esperar que tanto el rechazo humano como el honor divino sean también nuestra experiencia. De hecho, Pedro afirma: "'El que confíe en [él] no será jamás defraudado'. Para vosotros, los creyentes, esta piedra es preciosa" (2:6-7).
Ya no es nuestra cultura
En la cristiandad, podíamos asumir que la cultura de la iglesia era similar a la cultura del mundo. O, por lo menos, sostener que debería ser así. Quizá algunos individuos rechazaran los valores y la cosmovisión de la iglesia, pero la cultura en general era congruente con el cristianismo. Hasta cierto punto, esto funcionaba en ambos sentidos. La iglesia podía afirmar que el mundo debía coincidir con la cultura de la iglesia. Pero, al mismo tiempo, la iglesia se adecuaba a la cultura del mundo. Esta es la visión de la cristiandad.
Ya no podemos asumir que la cultura predominante coincide con la de la iglesia, o que la gente comparte una cosmovisión similar a la nuestra. La mayoría de la gente no cree en un Dios personal ni tampoco cree que exista una sola religión verdadera. Muchas personas son analfabetas bíblicas. No podemos hablar de culpa, fe, religión o ni siquiera de Dios, y asumir que la gente entiende de qué hablamos. "Antes el evangelio tenía el apoyo de más estructuras de plausibilidad que hoy",1 afirma Randy Newman. No podemos hablar de Jesús y asumir que la gente lo ubica en un marco de creación, caída, redención y futura esperanza. Hay que explicarlo todo. Stuart Murray relata:
En una escuela de Londres, un adolescente sin relación con la iglesia oye por primera vez la historia de la Navidad. Su profesora la cuenta bien y a él le fascina esta increíble historia. Arriesgándose a las burlas de sus amigos, después de la lección le da las gracias por el relato. Hay una cosa que le inquieta, de modo que pregunta: "¿Por qué le pusieron al bebé una palabrota como nombre?".2
Un domingo, en Oxford, un hombre visita el edificio de una iglesia para recoger algo para su socio, que trabaja durante la semana en un proyecto de artes y creatividad organizado por la iglesia. Llega justo cuando la congregación de la mañana se está marchando y reconoce al pastor. Sorprendido, le pregunta: "¿Qué hace aquí toda esta gente? ¡No sabía que las iglesias abrían los domingos!".3
Estos son casos extremos, pero ilustran la creciente desconexión entre el cristianismo y nuestra cultura. El historiador Callum Brown afirma:
Lo que está teniendo lugar no es simplemente el constante declive del cristianismo organizado, sino la muerte de la cultura que antes le daba una identidad cristiana al pueblo británico en general. Si aún existe una identidad central para los británicos, desde luego no es cristiana. La cultura del cristianismo se ha extinguido en la Gran Bretaña del nuevo milenio.4
Por ejemplo, muchas personas en el contexto urbano del Reino Unido son extraños híbridos de secularismo y pluralismo. Ellos, por su parte, han crecido sin ningún contacto significativo con la iglesia, pero ahora viven en un barrio donde hay muchos musulmanes. Creen de las religiones lo que nosotros creemos de las denominaciones: que hay diferencias reales, pero que en esencia todos somos lo mismo. Yo (Tim) he tenido varias conversaciones en las que hablaba de fe en Jesús y mis amigos hablaban de "ser religioso". Asumen que los estamos llamando a ser religiosos: no en el sentido de una moral religiosa o un comportamiento basados en la ley, sino en el sentido más amplio de una vaga sensibilidad espiritual que ellos son libres de interpretar por sí mismos. El mero hecho de llamar a estas personas a la fe en Cristo como su salvador no significa nada. No saben quién es Cristo, ni qué es la fe, ni por qué necesitan salvación, ni de qué necesitan salvarse. Probablemente, lo interpretarían como un llamamiento al amor al prójimo y a la oración privada. Tim Keller expone:
En el pasado, muchos de nuestros vecinos podían entender las predicaciones cristianas tradicionales, incluso cuando respondían con desacuerdo o indiferencia. Sin embargo, durante los últimos quince años la gente recibe nuestro mensaje, cada vez más, con perpleja incomprensión o con ira. Hasta hace una generación en Estados Unidos, la mayoría de los adultos tenían intuiciones morales similares, ya fueran creyentes nacidos de nuevo, practicantes, cristianos nominales o no creyentes. Eso ha cambiado.5
Hoy en día, es habitual sostener que Occidente es un campo de misión. Pero hay una gran diferencia entre la retórica y la realidad de nuestra actitud. Uno de los ejemplos de esa diferencia es cuán dispuestos (o indispuestos) estamos a aprender de la experiencia misionera y la iglesia alrededor del mundo. Si realmente creyéramos que estamos en un campo de misión, todos estaríamos leyendo libros escritos por cristianos del Tercer Mundo y misioneros interculturales.
Ponemos un ejemplo. La narración cronológica de la Biblia es una estrategia del evangelismo pionero y de la siembra de iglesias que se emplea de forma habitual entre los pueblos no alcanzados alrededor del mundo.6 Los misioneros se toman el tiempo para entender la cultura y luego crean un conjunto de historias bíblicas que explican los puntos clave de la historia de la salvación, además de relatos bíblicos que exponen las barreras y los puentes entre esa cultura y la fe. Luego les enseñan estas historias a aquellos que están interesados. La gente aprende las historias para poder volver a contarlas y reflexionar juntos sobre ellas. Normalmente hay entre treinta y cuarenta historias en cada conjunto, y culminan con la muerte y resurrección de Jesús. Quienes están interesados continúan con los relatos de Hechos para aprender a dar forma de iglesia a los nuevos...