Las primeras inquisiciones
"Cuando escuches a un hombre de la calle hablar mal de la fe cristiana, defiéndela no con palabras sino con la espada, que deberás meter a su vientre hasta el mango." - Papa Gregorio IX
La discriminación religiosa, aunque no se ha extinguido por completo, es algo que muchos consideran intolerable, sin embargo, hubo un momento en que fue sancionada por la más alta autoridad. La persecución de aquéllos que no se adherían a las creencias religiosas del gobierno no sólo se consideró alguna vez como un lugar común, sino un deber cívico.
Algunas de las primeras persecuciones asociadas con el cristianismo se remontan al 64 AC en Roma. En ese año un terrible incendio causó estragos en Roma durante aproximadamente una semana, que destruyó más de las tres cuartas partes de la ciudad. No mucho después se erigió un lujoso palacio en el lugar incendiado. Las personas, enfurecidas, acusaron al emperador Nerón de ser el incendiario, y creyeron que había quemado la ciudad para su propia entretención. Al escuchar los enfurecidos gritos de la gente, Nerón desvió la culpa hacia los cristianos, los culpó de haber iniciado el fuego y ordenó que fueran detenidos y ejecutados. Cientos de cristianos fueron asesinados brutalmente, algunos quemados vivos y otros destrozados por perros hambrientos.
Un busto de Nerón
Durante los siguientes siglos, los cristianos en Roma fueron perseguidos de manera continua. Los romanos paganos criticaban a los cristianos por negarse a inclinarse ante los dioses romanos y se ofendían ante la resistencia de los cristianos de presentar ofrendas y sacrificios al emperador romano, que era visto como un ser semidivino. Además, ignorantes de sus costumbres, las autoridades, tal vez malinterpretando los ritos de la Eucaristía y el ágape cristiano, los acusaron de participar en actos de incesto y canibalismo.
La persecución en aquellos días no se limitaba a los cristianos. El Senado romano también condenó los cultos de las divisiones romanas y griegas, incluyendo a los seguidores de Baco y Magna Mater. Los bacanales fueron perseguidos por el alboroto que causaban y su afición a la violencia, mientras que a los seguidores de Baco eran servidos por "sacerdotes que se auto-castraban" que fomentaban la "música y el baile extravagantes". Estos cultos fueron estigmatizados por ser groseros y "anti-romanos". Como dice el dicho, cuando fueres a Roma, haz lo que vieres.
Sin embargo, en el siglo IV se dio un cambio importante en el poder. En 312 CE, el emperador Constantino I se convirtió en el primer emperador romano en adoptar el cristianismo. Constantino puso fin a la persecución cristiana, y el catolicismo pronto se convirtió en la religión dominante en toda la tierra. A principios de la Edad Media, la Iglesia Católica Romana se había convertido en una fuerza de autoridad inquebrantable en Europa. La gente del pueblo, mayoritariamente católica, estaba de acuerdo con las autoridades en que los herejes amenazaban con llevar a la sociedad a su muerte definitiva, y hubo un amplio apoyo cuando las autoridades intentaron erradicar la enfermedad de la herejía de sus comunidades.
Foto de Jean-Christophe Benoist's de un busto de Constantino el Grande
La primera de las inquisiciones, también conocida como Inquisición Episcopal, comenzó en 1184. Ese año, el papa Lucio III emitió una bula papal que bautizó "Ad abolendam". El nombre latino, que significa "con el propósito de eliminar", hizo exactamente eso. Los obispos locales, o episcopus, fueron enviados a sus respectivas diócesis dos veces al año para perseguir herejes.
Retrato de Lucius III
Encabezaban la lista los cátaros en el sur de Francia (especialmente en Tolouse), que creían en el blasfemo "dualismo". Los cátaros predicaban un Dios bueno, que había creado el mundo espiritual, y un Dios malvado, que había formado lo material. Ya que estaban acostumbrados a un estilo de vida estricto, de pobreza y castidad, su firme negativa a participar en juramentos enfureció a las autoridades gubernamentales. Entre 1208 y 1218, se estima que unos 15,000 cátaros perdieron la vida en el proceso.
En las regiones vecinas de Alemania y del norte de Italia, los obispos se enfocaron en el movimiento Valdensiano. Los valdenses eran ortodoxos laicos, o miembros no ordenados de la iglesia, que expresaban su disgusto por la creciente riqueza e influencia de la Iglesia Católica. Aunque la secta compartía la creencia de la Iglesia de que había un solo Dios, los valdenses protestaban por la veneración de los santos y los mártires del pasado. No creían en la necesidad de que existiera un grupo especial de hombres ordenados para los deberes del sacerdocio; más bien, creían en un solo cuerpo al que se referían como el "sacerdocio de todos los creyentes".
En 1216, Santo Domingo de Guzmán estableció la Orden de los Predicadores, inspirado tras un viaje al sur de una Francia llena de herejías. Reunió a un pequeño grupo de mujeres conversas, hoy conocidas como las monjas dominicas, a quienes encomendó la tarea de predicar y orar por la gente en nombre de la orden dominicana. Los hombres pronto se sintieron atraídos por la secta religiosa, conocida como los frailes. El 22 de diciembre de ese año, el Papa Honorio III reconoció formalmente la orden.
Retrato de Santo Domingo, por Fra Angelico
Estas primeras y viejas inquisiciones se llevaron a cabo en diversos grados; los historiadores se refieren a ésta como una etapa no sistemática y desorganizada. De hecho, las autoridades se preocuparon cuando cada vez más aldeanos comenzaron a quemar a supuestos herejes sin llevar a cabo un juicio adecuado. Temiendo el caos que provocaban estas inquisiciones no reguladas, y el aumento de la violencia de la turba, el papa de ese momento, Gregorio IX, buscó regular el sistema. En febrero de 1231, Gregorio IX instituyó una ley romana que establecía que los herejes procesados y condenados por el tribunal de la Iglesia debían cumplir con el "castigo apropiado". El castigo, como declaró el papa, sería la prisión perpetua para el pecador arrepentido, y la inmolación para el obstinado y quien no se arrepintiera. Éste fue el comienzo de lo que hoy se conoce como la Inquisición Papal.
Una representación del papa Gregorio IX
Las inquisiciones, que inicialmente se centraron en eliminar a los cátaros y valdenses, pronto ampliaron sus alcances. Ahora estaban a la espera de la herejía en cualquier faceta, que incluía atacar a personas de creencias religiosas ligeramente distintas o en conflicto, blasfemas y brujas. El Papa formó un equipo de "inquisidores papales" especialmente capacitado, principalmente sacerdotes dominicanos y franciscanos, y los hizo expandirse por toda Europa.
El papa Gregorio IX esperaba dar un aire de legalidad y organización a las inquisiciones al garantizar que el poder de perseguir a los herejes ya no estuviera en los obispos locales, sino en el papado. A partir de ese momento, los herejes fueron convocados al centro de la Inquisición, donde serían interrogados por personal capacitado, por medio de una serie de preguntas aprobadas por el propio Papa. También bajo las instrucciones del Papa, los inquisidores debían guardar documentos detallados de los interrogatorios, así como los registros de los herejes acusados. La renovada organización era evidente, como queda claro por el hecho de que la mayoría de los registros históricos de la Edad Media consiste en testimonios de los herejes de la Inquisición Papal.
Cuando se investigaba la herejía en un área específica, se nombraba un par de inquisidores para conducir el interrogatorio y el subsecuente tribunal. Si bien se sabía que algunos inquisidores eran más indulgentes y se caracterizaban por ser "hombres de misericordia", hubo quienes hicieron más que darle la vuelta a las reglas. Estos inquisidores infligieron creativos métodos de tortura, obligando al acusado a confesar para ser arrojado tras las rejas.
Inevitablemente, la naturaleza coercitiva de tan aterradores métodos hizo que parecieran más efectivos. En 1252, el Papa Inocencio IV sancionó formalmente la tortura como medio legal de "extraer verdad e información" a los sospechosos. La gente comenzó a huir ante la vista de los inquisidores, y los valientes se vieron obligados a llevar sus actividades religiosas heréticas a la clandestinidad. Con buenos motivos, muchos empezaron a despreciar a los inquisidores del Sacro Imperio Romano; a fin de cuentas, ellos poseían el poder de excomulgar y pedir la muerte de cualquier persona que consideraran no conveniente. Ni siquiera los miembros de la realeza estaban exentos.
Un retrato de la época el papa Inocencio IV
El papa y sus allegados estaban convencidos de que los tribunales eclesiásticos serían suficientes para, en cierto sentido, asustar a los herejes y a los detractores, y a llevarlos a aceptar lo que creían que era la única religión verdadera. Al mismo tiempo, los herejes no arrepentidos que se consideraron causas perdidas serían ejecutados con prontitud. Esto, creía el papa, era una necesidad, la única manera de mantener la pureza dentro de la Iglesia y la sociedad. Estas primeras inquisiciones papales fueron la base de las inquisiciones futuras.
A mediados del siglo XIV, Europa se vio cara a cara con una de las enfermedades más mortales que jamás haya conocido la humanidad. En octubre de 1347, la gente acudió a dar la bienvenida y mostrar su simpatía a una flota que acababa de llegar al puerto siciliano de Messina. Una docena de barcos estaba estacionada en el puerto, llegando de un largo viaje a través del Mar Negro, pero cuando los barcos se quedaron silenciosos, sin moverse,...