Schweitzer Fachinformationen
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Concepto de persona mayor y envejecimiento
1.1.Introducción
El porcentaje de población mayor de 65 años se ha ido incrementando con el devenir del tiempo, pasando de ser del 13,79% en 1991 al 18,40% en 2016. Desde 1900, las personas mayores se han multiplicado por ocho en términos absolutos, siendo más fuerte el incremento de los mayores de 80 años, que entre 1991 y 2001 aumentaron en un 42% (Teófilo et al., 2011; Abellán y Pujol, 2015; INE, 2016). Al respecto, se estima que para 2025 casi uno de cada cuatro ciudadanos y ciudadanas tendrá más de 65 años.
El envejecimiento es un proceso progresivo de deterioro en el que nuestro cuerpo se modifica. Es una de las pocas características que nos unifican. No obstante, si bien todos envejecemos, el modo en que lo hacemos depende de numerosos factores. Envejecer es un proceso fisiológico influenciable. Las influencias que sobre él se ejerzan pueden ser positivas (retrasándolo) o negativas (acelerándolo). En este sentido, podemos retardarlo evitando factores de riesgo como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la sobreexposición al sol, el sedentarismo o la obesidad, y adoptando conductas que benefician al organismo como la práctica habitual de ejercicio.
Todos los estudios que han abordado de forma seria el proceso de envejecimiento coinciden en señalar un descenso de la capacidad funcional en los mayores de 60 años. Es a partir de la sexta década de vida cuando se produce una disminución acelerada de dicha capacidad (Matsudo y Matsudo, 2008). Esta merma fisiológica propia del proceso de envejecimiento, como decíamos más arriba, no necesariamente va en paralelo a la edad cronológica, presentando considerables variaciones individuales según el estilo de vida, los hábitos, la alimentación o las enfermedades sufridas. Si sumamos a esto la presencia de numerosas patologías y su interrelación en un mismo sujeto, se configura un enorme mosaico de posibilidades.
El envejecimiento asociado a la edad tiene una alta repercusión en el deterioro que se produce en las cualidades físicas humanas. A continuación, analizaremos su incidencia en cada una de estas.
1.2.Incidencia del envejecimiento en las cualidades físicas
Fuerza
Como evidencian diversas investigaciones, la fuerza de prensión manual se reduce tanto en mujeres (Tabernero et al., 2000; Forrest, Zmuda y Cauley, 2007) como en hombres (Forrest, Zmuda y Cauley, 2005). El estudio realizado por Tabernero et al. (2000) con mujeres de entre 20 y 84 años concluyó que solo a partir del rango de edad de los 50-60 se aprecia una reducción significativa de la fuerza de prensión manual, con independencia de la mano que sea dominante, en relación con las participantes más jóvenes. Además, esta disminución es ligeramente más importante en la mano dominante que en la no dominante. Por su parte, Forrest et al. (2005) realizaron un estudio transversal y longitudinal de siete años con hombres de entre 51 y 84 y encontraron que los mayores de 75 tenían un 27,6% menos de fuerza que los menores de 60, con una ratio media de descenso del 2,8% al año. A pesar de que todos los grupos de edad experimentaron una merma de la fuerza durante el seguimiento, la tasa de pérdida se aceleró con la edad, siendo un 2% en los menores de 60 y un 3,4% en los mayores de 75 años.
Goodpaster et al. (2006) efectuaron un estudio longitudinal de tres años para analizar la fuerza extensora de las piernas en mujeres y hombres de 70 a 79, y obtuvieron tasas anuales de descenso del 4,1% en hombres negros, del 3,4% en hombres blancos, del 3% en mujeres negras y del 2,6% en mujeres blancas, mientras que la tasa de pérdida de masa muscular anual fue del 1%.
A pesar de que la reducción de masa muscular está asociada con la disminución de la fuerza en las personas mayores, esta mengua de la fortaleza es mucho más rápida que la consiguiente pérdida de masa muscular. La edad, el nivel inicial de fuerza, la merma de la talla, un grado de actividad física bajo, estados patológicos de salud en enfermedades o caídas contribuyen a una pérdida paulatina de fuerza conforme avanzan los años.
Al respecto, varias investigaciones confirman que una baja fuerza muscular, tanto de piernas como de prensión manual, se asocia independientemente con un riesgo de mortalidad en personas mayores (Ruiz et al., 2008; Newman et al., 2006).
Asimismo, una baja masa muscular (sección transversal muscular pequeña), un bajo nivel de fuerza en los músculos y un alto nivel de grasa en ellos se relacionan con limitaciones de la movilidad en personas mayores (Visser et al., 2005); de ahí la importancia de trabajar estas cualidades en los programas de actividad física, que nosotros propondremos a través de juegos motores.
Capacidad aeróbica
Utilizamos el término «consumo de oxígeno» () para expresar un parámetro fisiológico que indica la cantidad de oxígeno que se consume o utiliza en el organismo por unidad de tiempo; y el de «consumo máximo de oxígeno» ( máx.) como la cantidad de O2 que el organismo es capaz de absorber, transportar y consumir por unidad de tiempo (López y Fernández, 2006). El máx. aumenta gradualmente desde el nacimiento, paralelo a la ganancia de peso corporal. Los niños y niñas tienen un máx. elevado y normalizado con respecto al peso corporal, alcanzándose un máximo en el intervalo de los 18 a los 25 años. A partir de esa edad, el máx. va disminuyendo gradualmente. Existen datos para afirmar que se produce un descenso del 10% del máx. por década.
Numerosos estudios afirman que la tasa de descenso del máx. no es constante a lo largo de la edad, pero sí que se acelera marcadamente con cada década y es mayor en hombres que en mujeres (Fleg et al., 2005; Hollenberg et al., 2006).
Tras una investigación que duró seis años, Hollenberg et al. (2006) demostraron que la capacidad aeróbica se reduce en ambos sexos, siendo de un 18% para mujeres y de un 24% para hombres por década. La tasa de disminución fue independiente de factores de riesgo iniciales, tales como la constitución corporal, el tabaquismo, los medicamentos o las condiciones de salud, aunque estas variables influyen fuertemente en el rendimiento aeróbico.
El acelerado ritmo de reducción de la capacidad aeróbica máxima acarrea importantes consecuencias en lo que respecta a la independencia funcional y la calidad de vida, y no solo en personas mayores sanas, sino sobre todo cuando se dan enfermedades relacionadas con este déficit (Fleg et al., 2005), por lo que, al igual que la fuerza, la capacidad aeróbica debe trabajarse de forma prioritaria en la tercera edad.
Flexibilidad
La flexibilidad experimenta una reducción progresiva, pero no lineal, conforme avanza la edad (Araújo, 2008; Doriot y Wang, 2006). Los valores medios tienden a ser sistemáticamente mayores en mujeres que en varones, incluso a edades tempranas. Después de los 60 años esa diferencia aumenta, y la mujer es entre un 20% y un 40% más flexible que el hombre, si bien otros autores como Doriot y Wang (2006) concluyen que el efecto del sexo es más débil que el de la edad. En su estudio, llevado a cabo con adultos jóvenes (de 25 a 35 años) y adultos de edad avanzada (de 65 a 80), compararon los máximos rangos de movimiento de las articulaciones del tren superior y el movimiento específico, infiriendo que la máxima pérdida se observa en el cuello y tronco, especialmente en la extensión del cuello y en la flexión lateral y rotación axial del tronco. No encontraron diferencias de edad en las articulaciones del codo y la muñeca.
Equilibrio
La función del equilibrio es conservar el centro de gravedad en la base de sustentación, facilitar información de la posición del cuerpo y mantener una imagen clara de nuestro entorno cuando nos movemos.
El mantenimiento del equilibrio se consigue gracias a la integración armoniosa de la información del sistema vestibular (oído interno), la vista y los receptores del sistema neuromuscular. Los datos aportados por estos órganos son integrados por el sistema nervioso central, que ordena el movimiento de la cabeza, brazos, piernas y tronco para mantener la postura.
Un buen equilibrio es una habilidad imprescindible para la vida diaria que requiere una compleja integración de la información sensorial con respecto a la posición del cuerpo en relación con el entorno y la capacidad de generar las respuestas apropiadas del sistema motor para controlar el movimiento corporal. Un grave problema consecuencia del envejecimiento es la susceptibilidad de sufrir una caída debido a la pérdida progresiva de rendimiento de estos sistemas. Cerca de un 40% de personas...
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