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Cuando Mary restauró el cuadro de los «relojes blandos»1 de Dalí en el MOMA supo que algún día iba a viajar a Cataluña para conocer aquel paisaje. Sentía una atracción irresistible2 por los colores y la luz de la Costa Brava y, sobre todo, quería volver a ver a Jordi. Aquel catalán, experto en la obra de Dalí, fue su maestro, amigo y amante durante el tiempo que vivió en Nueva York. Pero un día se marchó, regresó a Cadaqués, su tierra natal3, y, aunque al principio se escribían, después perdieron el contacto.
El avión acaba de aterrizar4 en el aeropuerto del Prat, en Barcelona. Mary, cansada por el jet lag, pero feliz por poder cumplir su sueño, recoge la maleta y el coche de alquiler e inicia su viaje hacia el mundo de Dalí. Solo va a pasar una semana en España y en esos días se ha propuesto5 tres objetivos: visitar el Museo Dalí en Figueras, ver la Costa Brava y buscar a Jordi en Cadaqués.
Han pasado casi veinte años y Mary ya no es la joven bonita que conoció Jordi. Sigue siendo alta y delgada, pero se ha convertido en una mujer madura, elegante y con aire intelectual. A sus cincuenta y seis años es atractiva tanto por su aspecto físico, como por la personalidad que expresan sus gestos, su mirada y sus movimientos. Comienza su ruta y, aunque al principio no es fácil encontrar la carretera en el nudo de autopistas de la ciudad, finalmente, con las señales y las indicaciones de la gente, llega en pocas horas a Figueras. Es cierto que no sabe catalán, pero para ella hablar español es algo cotidiano, no solo porque lo aprendió en el Instituto Cervantes de Nueva York, sino porque lo habla todos los días con sus vecinas mexicanas y puertorriqueñas. Quizá es por esta razón por la que desde que llegó a España se siente como en casa.
Mary pasa los dos primeros días en Figueras y la sensación de estar en un ambiente familiar, donde se siente a gusto y feliz, es cada vez más fuerte. Por fin cumple el sueño de visitar el Teatro-Museo Dalí y comprueba6 que el artista era tan genial como excéntrico. Lo que más la impresiona es el amor con que Dalí representa en sus obras a Gala, su musa y esposa. «Debía de quererla mucho», piensa Mary, a la vez que se entristece7 porque a ella ningún hombre la ha querido así.
El tercer día la americana sigue su viaje hasta Cadaqués. Por fin ha llegado a la costa. Después de pasear unas horas por la playa, se dirige al pueblo. Cadaqués es una reluciente mancha8 blanca entre el azul del mar y del cielo. A Mary le encanta ese ambiente. Se sienta en una terraza, toma un café mientras lee un periódico local. En la página de cultura encuentra un artículo sobre Dalí y Gala y no puede evitar leerlo. Trata sobre la extraña relación que mantuvo la pareja. Mary se sorprende por la historia del periódico, pero lo que más le llama la atención es que el texto está firmado por J. Solé, el apellido de su antiguo amigo. Como la dirección de e-mail está al lado del nombre, Mary conecta su móvil y escribe un breve mensaje, presentándose y preguntando si es Jordi el autor del artículo. Media hora después recibe una breve y misteriosa respuesta: «La espero mañana a las doce en el bar del Puerto».
Al día siguiente Mary, nerviosa, camina hasta el puerto y se sienta en una mesa a la puerta del local unos minutos antes de la hora prevista. Cuando la campana de la Iglesia anuncia el mediodía, Mary sigue siendo la única cliente del bar. Parece que a esas horas los turistas duermen o están en la playa y la gente del pueblo trabaja. Pasan quince minutos y empieza a pensar que el autor del artículo no va a aparecer. De pronto, alguien toca su hombro y la llama por su nombre. Mary gira la cabeza y ve una mujer de unos sesenta años, sonriente, que la saluda calurosamente:
-?¡Hola, Mary! Soy Joana Solé, la hermana de Jordi y autora del artículo. Encantada de conocerte. Jordi me habló de ti cuando volvió de Estados Unidos. Fuiste una persona muy especial para él, por eso, cuando ayer me enviaste el e-mail, quise conocerte personalmente. Él vive en Dinamarca desde hace doce años, allí tiene su familia y su trabajo. A veces lo visito, pero él casi nunca viene aquí.
Mary está fascinada por aquella mujer. Nunca antes se habían visto, pero le habla con la confianza9 de una hermana. Se da cuenta de que el calor de España no viene solo del sol, sino, sobre todo, de su gente. Siente un calor humano que en Nueva York raramente ha experimentado. Las dos mujeres charlan durante horas como viejas amigas. Joana le cuenta a Mary que había sido catedrática10 de historia del arte, que está divorciada y que no tiene hijos. Mary le dice que ella está soltera porque nunca se decidió a casarse. Siempre había pensado que con una familia iba a perder su libertad. Ahora, sin embargo, se siente un poco sola, pero ya es demasiado tarde. Joana reconoce que también siente esa soledad. Además, ella, cansada de su trabajo universitario, ha dejado las aulas al cumplir los sesenta y en la actualidad solo se dedica a escribir. Por eso ha publicado el artículo sobre Dalí y Gala en el periódico. Al hablar del artista, Mary le cuenta a Joana que le sorprendió la información del artículo. Siempre tuvo la impresión de que la pareja tenía una relación admirable y que se amaban. Joana se ríe y le explica:
-?Es cierto que se querían a su manera, pero no era la convencional. Gala se enamoró de Dalí desde que lo conoció y dejó a su familia por él. Era una mujer muy fuerte y convirtió a Dalí en un artista de fama internacional. Él la admiraba, era su musa, pero por su carácter narcisista podemos pensar que la necesitaba como a una madre. De hecho, cada uno tenía su residencia y su vida privada. No obstante11, como te he dicho, siempre estuvieron juntos y cuando murió Gala, diez años mayor que Dalí, el artista perdió las ganas de vivir.
Casi es de noche cuando se despiden las dos mujeres. En su hotel Mary no puede dormir, pensando en su nueva amiga y en el amor no convencional de Dalí y Gala. A la mañana siguiente coge su coche y conduce por la carretera de la costa sin parar durante horas. Quiere estar sola y sentir el sol, el viento y el mar. Por primera vez en su vida, lejos del cemento y del ruido de la ciudad, se siente viva. Por primera vez prefiere sentir que pensar. Por primera vez experimenta una nueva sensación: ella tampoco quiere ser convencional. Aunque hasta entonces Mary era una mujer independiente, con su trabajo, su casa y su deseada libertad, mirando al mar comprende que ya no le interesa el éxito laboral y que defender su libertad la ha llevado a la soledad. Se da cuenta de que lo que de verdad la hace feliz son cosas sencillas como admirar ese paisaje, disfrutar del sol, tomar un buen vino, mantener una conversación interesante. Sus vacaciones están llegando a su fin, su avión hacia Nueva York sale en veinticuatro horas. Mary toma su teléfono y marca el número de Joana. Su amiga le dice que lleva esperando su llamada todo el día. Mary no quiere hablar mucho, tan solo le pide que se vean al día siguiente temprano en el mismo bar del puerto. Cuando se encuentran por la mañana las dos amigas se abrazan12 y enseguida Mary le cuenta a Joana sus intenciones13:
-?Este viaje me ha cambiado. Yo vine aquí para buscar a Dalí y a Jordi, es verdad. Pero en esa búsqueda me he encontrado a mí misma y también te he encontrado a ti. La comunicación y la confianza que desde el primer momento existe entre nosotras no la conocía antes. En esta tierra he descubierto lo que me gusta de la vida y cómo quiero vivir en el futuro. Por eso he decidido no volver a Nueva York. Voy a vender mi piso allí y con el dinero voy a empezar mi vida en este lugar del mundo. Me quedo en Cadaqués, Joana.
-?Desde que recibí tu e-mail supe que buscabas algo. ¿Qué puedo decirte? Mi casa es grande. Si quieres, también puede ser tu casa -responde Joana.
Las dos mujeres brindan por el futuro. Tranquilas...
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