Prólogo
Introducir a los lectores en un recorrido por las páginas de este libro, La televisión: ¿ángel o demonio?, como lo ha llamado Josefa, no me resulta sencillo por varias razones.
Los prologuistas, por tradición, hacen importantes elogios de la obra o del autor y sacan valiosas conclusiones de lo leído. Yo no creo ser una buena prologuista, pero acepto el reto de, modestamente, transmitirle mis impresiones.
He sido actuante o testigo de muchos de los hechos o historias que se narran. Me cuesta distanciarme.
Por momentos, durante la lectura, hubiera querido profundizar más en determinados aspectos de lo narrado. En uno u otro párrafo he discrepado secretamente de la autora, mas acepto que se trata de su punto de vista.
Sentí algo de añoranza al releer algún nombre, ya sea de un programa o de una persona entrañable; sin embargo, espero ello sirva a otros para crear nuevas obras con ese mismo espíritu de amor.
Hechas estas salvedades, y si usted no quiere saltarse el prólogo y entrar en materia, deseo, en primer lugar, agradecer a Josefa por esta obra, una más en el camino que lleva andando para rescatar pasajes de la memoria histórica de la radio y la televisión, así como de sus protagonistas.
Ha basado su libro en acuciosas investigaciones de la prensa, escuchado interesantes relatos y compilado informaciones, en un encomiable empeño de documentarlo todo. Aporta fechas, datos y nombres de muchos de los principales eventos del medio.
Podríamos decir que cada una de sus páginas tiene el valor de lo real, por supuesto, con la pátina que sobre la vida incorpora el paso del tiempo, y me permito hacer algunas consideraciones, de modo que pueda aportar algo a este noble empeño editorial, cuando estamos inmersos en la celebración de los sesenta años de la salida al aire de la televisión en Cuba. Una buena oportunidad para recordar y poner nuevas metas para los próximos sesenta.
En 1950, con el inicio de las transmisiones de televisión, surgió una etapa que duró unos diez años, y en 1959-1960, con el inicio de una televisión revolucionaria, se abrió otra de transición, convulsa y compleja, de unos cincuenta años, que considero aún no ha terminado. Esos, que pudiéramos llamar escasos primeros diez años, marcaron la personalidad de nuestra televisión, pionera entre las pioneras. Fuimos la tercera en América y la sexta en el mundo. Países como Argentina solo tuvieron televisión mucho después del triunfo de la Revolución, instalada por uno de los pioneros de Cuba: Goar Mestre.
¿Qué significó ser de los primeros en el mundo? Sin preparación, sin embargo, se aplicaron los logros internacionales de manera creativa, adaptada a nuestras características... y más, pues partíamos de una radio ya desarrollada, con personalidad propia. El gran espectáculo lo inaugura el Canal 4, y CMQ el policial. Se desarrollan todos los géneros y estilos: las novelas, con su antecedente de la novela radial, nacida en Cuba; los humorísticos, los musicales, las aventuras...
El nacimiento está signado por dos nombres: Goar Mestre y Gaspar Pumarejo; por dos monopolios: RCA Victor y Dumont..., y por un grupo numeroso de escritores, directores, técnicos y artistas que, como ya dije, proveníamos de la radio o el teatro, cubanos por definición y por vocación... Quisiera enfatizar esto, pues nuestra televisión nació, las dos veces, con esa clara dilucidación.
El primer día del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, se produce la toma de CMQ. Se inaugura un estilo de transmisiones tipo maratón, por las cuales desfilan artistas, locutores, trabajadores, expresando su apoyo a las fuerzas revolucionarias.
Se redactan menciones y consignas. El 2 de enero viene Camilo y abrimos el hotel Havana Hilton (hoy Habana Libre) para atender a la tropa y dar servicio a los revolucionarios.
El 3 llega a La Habana el Che, ya con sentido de permanencia, y se ponen a su disposición las emisoras. Él pregunta si existía planta para comunicarse con Fidel. Al responderle afirmativamente, se traslada a CMQ, pero no es posible establecer contacto, pues Fidel está en movimiento. Se nos orienta mantener las transmisiones. Poco a poco se van sumando otras emisoras, así como los radioaficionados, para configurar lo que dio en llamarse la Cadena de la Libertad. Se transmite a Fidel desde el Parque Céspedes, con su llamado a mantener las acciones y repudiar el golpe de Estado. Personalmente considero de gran valor el rol que desempeñaron los medios nacionales, desde sus matrices en La Habana, en la consolidación de la victoria.
El 8 de enero las cámaras salen a la calle y transmiten el recorrido de la caravana a su llegada a la capital y el primer control remoto desde el cuartel de Columbia (hoy Ciudad Escolar Libertad). Los «barbudos» llenan las pantallas de todos los televisores. Se imprime el primer cartel, que se reparte el 8 de enero, y otros carteles masivos, con la frase Gracias, Fidel, para colocar en las puertas de las casas, y se orienta poner banderas cubanas. Banderitas impresas en papel o en tela se prenden en los pechos de hombres, mujeres y niños. Es el triunfo de la cubanía. El 12 de enero es intervenido el Circuito Nacional Cubano, emisora de radio en la que el dictador Fulgencio Batista tenía el 98 % de las acciones y, de inmediato, el Canal 12, primera emisora de televisión nacionalizada, donde Batista también tenía intereses. Es nombrado Cecilio Martínez como interventor, y yo al frente del área comercial. Este era un canal local, por lo que desde allí se inicia una lucha por los espacios en las emisoras nacionales. Se retoma el estilo de enero de 1959, se organizan actos, maratones (como el de armas y aviones) que esas emisoras no tienen otra alternativa que difundir. Se transforman no solo los mensajes, sino los programas, y se comienzan a transmitir algunos como la Universidad popular, en cuya primera emisión apareció Ernesto Che Guevara. Ya en 1960 para todo el mundo resulta evidente que lo que ocurre en Cuba no es un simple cambio de poder, sino una revolución verdadera. El 20 de marzo de 1960 se forma el Frente Independiente de Emisoras Libres (FIEL).
En ese propio mes de marzo abandona el país la familia Cubas, dueña de la fábrica Gravi y de la publicitaria Siboney, y me correspondió la intervención de ambas entidades. Es necesario apuntar que el financiamiento de los principales programas en la radio y la televisión se hacía a través de los presupuestos de las agencias, ya que no solo hacían los comerciales, sino también los programas, contando en sus nóminas con los más destacados creadores, de ahí la importancia de incluir este tema al hablar de la televisión.
Comienzan a ser intervenidas las agencias por abandono de los dueños y por sabotaje a las comunicaciones, a través del Departamento e Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), dirigido por el Che, y del Ministerio del Trabajo y su titular Augusto Martínez Sánchez. Se decide unificarlas en el edificio de Radiocentro y se crea la Sección de Publicidad del Departamento de Industrialización del INRA, que igualmente me tocó asumir. A finales de 1960 toda la radio y la televisión han pasado a manos de la Revolución, y las agencias de publicidad están prácticamente todas integradas en el llamado Consolidado. Se asume así el grueso de los programas de radio y televisión, así como la propaganda revolucionaria.
Las transformaciones sociales incorporan al consumo a las grandes capas del pueblo, al aumentar su capacidad adquisitiva, y se anuncia ya el bloqueo norteamericano. Prácticamente desaparece la oferta de productos, quedando espacio solo para la demanda. El país se enfrenta a una etapa de lucha por la supervivencia. En esas circunstancias no era posible continuar transmitiendo comerciales. Por indicaciones del Che se decidió hacer una prueba de veinticuatro horas sin comerciales, el 22 de febrero de 1961, y a partir del 27 de marzo fueron eliminados los comerciales de todos los medios. Ello condujo a una especie de espejismo, a la idea de que la publicidad es un instrumento del capitalismo y no es necesaria en el proceso socialista.
Por ser la principal fuente de recreación e información masiva, siempre la televisión está en el centro de la crítica popular, de ahí su importancia. Si bien podemos reseñar grandes logros comunicativos en sus sesenta años de vida, es necesario admitir que no todo lo bueno se hizo antes, ni todo lo malo se hace ahora, pero hay que limpiar de malezas el camino.
Antes del triunfo de la Revolución la televisión era una fuente principal de trabajo para los creativos de todas las especialidades, y a ella concurrían escritores, directores, músicos, cantantes y actores de lo mejor del país. Hoy hay otras muchas fuentes de trabajo, y en determinados círculos intelectuales existe un cierto desprecio por el medio, pues algunos lo consideran como un arte menor. El éxito de entonces fue la posibilidad de incorporar a todo el talento del país -sin exclusiones-, y la dirección fue asumida por los creativos más capacitados y de militancia probada. La experiencia nos dice que los dirigentes tienen que ser cultos y sensibles, ser capaces de entender el medio, la sociedad y la creación. Deben saber trabajar en colectivo. La televisión es eminentemente obra colectiva.
Partir de conocer el pasado es solo un basamento de inicio para construir un presente y futuro aún más ricos y comprometidos con la vida de...