Tabla de contenido
VOLVIENDO A CASA [AÑO 1999]
LA INFALIBLE
PLATO FUERTE, POSTRE y CAFé
EL OCASO DE LOS LOCOS
LA TRAGEDIA
¡Ay, AQUELLOS 60!
EL yAQUE DESPIERTO
EL CAMINO QUE SE BIFURCA
LUNA CONTRA LUNA
TIEMPO DE APRENDER
TOMANDO FORMA
RETRATO
TEMORES y ESPERANzAS [AÑO 1999]
ENTRE CAÑAVERALES
PASAR y VER PASAR
SOPA DE NÚMEROS
TREINTA y TANTOS AÑOS DESPUéS
¿DE LOLITA A MOLL FLANDERS?
LA BALADA DEL TIGRE y LA MARIPOSA
HAy QUE MATAR EL MIEDO
EPíLOGO
COMENTARIO
VOLVIENDO A CASA [AÑO 1999]
Transcurre 1999, año en el que Grecia y yo hemos decidido contar esta historia. Somos los mismos, con algunos motivos de asombro y temor, lo cual no tiene nada en especial. Basta el cambio. ¿Para qué hablar ahora de venganzas, mucho menos de perdones? El olvido es el justo castigo. El honor llega, así de pronto, sin que lo llamen.
Aquellos días nos convocaban. Éramos una verdadera familia. Secretos incluídos, por supuesto. Siempre encontrábamos una ocasión para celebrar. En carnaval, Semana Santa, fiestas patronales, Navidad, cumpleaños. En fin, saca tiempo para vernos las caras. La naturaleza, prodigiosa y espléndida, nos ofrecía un orden bucólico. Pero, ¡ojo!, oyes decir que cuando el hábitat es demasiado hermoso, las emociones suelen tornarse feas. Por mucho que luchamos por alcanzar honores y hacernos dignos miembros de la sociedad, la tierra nos reclama. El campo parece reservarse la gracia y la tranquilidad que buscamos.
-Orlando, ahora se nos va el tiempo sin que sepamos siquiera qué hace cada uno de nosotros. ¿Es que sólo los ganadores convocan? Las derrotas dividen, aún más son avisadas.
-Apúntate otra, Grecia, pero. ¿Derrota? ¿De qué hablas? -Disculpa, pero tengo que colgar -al otro lado del teléfono, Grecia me interrumpe-. ¿No crees, flaco, que tengo que ponerme hermosa antes de salir? Te dejo, nos vemos en unos minutos, y seguimos con el tema, ¿quieres?
Este no habría sido un día inolvidable si no fuera por la razón que nos reúne hoy en casa, antes del mediodía. Nos trae recuerdos que llegan, todos de golpe, como para sacudirnos e invitarnos a ver las cosas con claridad. Sin embargo, apenas estamos dispuestos a removerlas, no a desentrañarlas, como Dios manda. Echar a un lado los malos momentos y encontrar pretextos para evadirlos ha sido, en la familia Luna, algo así como un protocolo que se me antoja inútil, cuando no superfluo, como todo preámbulo.
Ambiente de inadecuadas pasiones, en un tipo de relación social entre personas de niveles y orígenes diferentes. Servidores y señores, aparentemente mezclados en la insinceridad, donde los de abajo observan una lealtad más que castrense, resguardada en una santidad que ya quisiera para sí un nóvel cura franciscano. No hay que decir aquí quiénes llevan las de ganar en este juego de simulada compasión, en el que las mejores hembras y las mesas con los platos más exquisitos están fuera de las apuestas. Divino orden social por obra y gracia de quienes administraban las normas, las artes y las religiones. Estado de cosas decretado así, de manera inapelable, que operó durante décadas.
Es domingo, 11 de julio. Un día plomizo, caluroso y húmedo, con fuertes amenazas de lluvias, pero sin pasar de leves lloviznas con una brisa cálida. Un arco iris nos invita al balcón, tratando de salvar la mañana, con sus radiantes arcadas líneas multicolores. Encuentras días mejores en verano. Soleados y frescos, como aquellos que dejé atrás, entre árboles, flores, montañas y ríos. Encaramado ahora entre cuatro paredes, en un cuarto piso, encuentro en este ventanal el único lugar que me permite recordar, con alegría, la dicha de haber nacido en Esperanza, rica campiña del Cibao que me traen los mejores momentos.
Es bueno saber, sin embargo, si estás, definitivamente, preparado para enfrentar verdades que, por crudas, tozudas y desagradables que parezcan, te abruman, purgadas las mentiras. Desde luego la indulgencia tiene un alto precio, pero nos alienta la esperanza de que, a mitad del camino, a menudo el desconsuelo se encuentra con la fortuna.
Grecia viene a casa este domingo, por tanto no podemos ir a visitar a mamá, interrumpiendo una rutina familiar probada esencialmente en eso que ella y yo llamamos "la religión del olvido", basada en la adoración de costumbres atrasadas y dogmas extravagantes en los que sólo existen el bien y el mal, de la manera más irracional que puedas imaginar. Echa de menos ciertas tonalidades que nos acercan a lo auténtico y justo. Le debo a ella el haber aceptado esto que ahora entiendo como dimensión global de la cosas, sin tabúes ni disimulados resquicios que acaban por destruirlo todo. Al fin y al cabo, la verdad es como el agua. Recupera su espacio. Penetra por donde y cuando menos te lo imaginas.
Trae las manos ocupadas con un par de recipientes plásticos que pone en la nevera, y algo más que no alcanzo a distinguir. Me acerco y descubro que se trata de un paquete de café molido que entrega a su apreciada cuñada, mi esposa Aleida. Siento el penetrante aroma. Las dos se dan un abrazo y, luego, conversan un largo rato. Siempre tienen mucho de qué hablar. Apremiado por la curiosidad, me parece que la charla dura más de la cuenta. Grecia vino a desembuchar noticias sobre nuestra hermana Fe.
En treinta y tantos años, de 1962 para acá, todo acerca de Fe ha devenido en noticias, no precisamente buenas. Al menos, en la familia Luna, imperturbable hasta entonces. Aleida, discreta y prudente, prepara el café y se marcha. Grecia viene a sentarse a mi lado. Le encanta que la abrace y le diga algo sobre su atrevido corte de pelo a lo macho. Siempre la complazco generosamente en esta restringida zona de su vanidad femenina, a la que me permite entrar, con ciertos reparos por supuesto. ¡Y dale con las treintenas! Caemos, de nuevo, en uno de esos arcanos históricos que han sorprendido a filósofos e historiadores. Treinta años dentro de los cuales van a moverse nuestras posibilidades. Esto es, nuestra historia.
-Dime, flaca.
-Pregúntame cómo estoy, caramba, loquillo.
-Sé que estás bien. Mírate. maravillosa. "Una rosa.
-.sentiría envidia de mí". Ya lo sé, cursilón.
-Bueno.
-Llamó el lunes dando gritos.
-¿Quién?
-¿Y quién más, tonto? -me pellizca, gesto cariñoso, peculiar en Grecia-. Fe viene para acá. Se está divorciando de Rafael.
-¡Cómo!
-Como lo oyes.
-¿Y quién te dijo que los viejos se divorcian? Lo que hacen es disolver la compañía, y repartirse las acciones.
-No me vengas con esos pesados y trasnochados chistecitos, a lo Jorge. El horno no está para galletitas.
-¿Si?
-La conoces. Primero hay que sacarle las palabras con cucharita, aunque luego se desborde. Me adelantó que el divorcio era lo mejor, por lo complicadas que se han tornado las cosas en su casa. Que su vida es un infierno.
-No sé de la primera que anuncie su divorcio alegando que su vida era un paraíso.
-No seas bobo. ¿Qué rompimiento no es triste? Destrozas un mundo construido durante casi tres décadas, formado por varias cosas: un compañero en la cama y en la mesa; peleas y conciliaciones: luces y sombras, toda una vida. Hasta amigos y enemigos mutuos... Llegar a casa y tener a quien contarle nuestros triunfos y fracasos. ¿No crees?
-.y con las deudas -interrumpo, sin poder aguantar la risa.
-Deja eso.
-No seas pesado -me reprocha de nuevo.
-Todavía peor, después de tantos años juntos -trato de corregir mi impertinencia.
-Lo que se dice juntos, no sabemos. Vivir bajo un mismo techo suele separarnos tanto como un océano pone distancia entre naciones. Pero ese es otro tema.-Ustedes conversan a menudo -me pongo de pie, para tomar aire. -Entonces, debes estar al tanto.
-Lo que importa ahora es que la pobre Fe está pasando por una crisis que parece ser mayor que la misma separación.
-¿Te reveló algo más, aparte del divorcio? -pregunto.
-Más nada, en lo absoluto. Sólo saco conclusiones. Además de su hermana, soy mujer. Sé cuándo oculta algo. Somos buenas disimulando sentimientos y situaciones, y leyéndolos en el semblante de otras.
-¿Y qué podemos hacer al respecto? ¿Qué sugieres?
-Nada, mi negro. A no ser escucharla -Grecia me invita a sentarme de nuevo, a lo cual accedo complaciente. -Viene en una semana.
-¡Ah! Eso es bueno.
-Quiere que yo vaya por ella al aeropuerto. Adivina con quién.
-Dime.
-Con Jorge. Esa bárbara. Buena despistada. Empatándome con el loco de su hermano -ahora ríe.
-Debe ser por algunos detalles legales...