¿Qué es el sufismo?
El sufismo es un camino de autoconocimiento que nos brinda un método para descubrir nuestro propio ser, nuestro potencial y nuestros talentos, así como también una guía para encontrar nuestra verdadera realidad, revelándonos el milagro que somos.
El sufismo es un sendero que debe ser recorrido y experimentado. No se trata de un sistema teórico, producto de conclusiones o reflexiones, y dista mucho de serlo. Fue revelado por los Profetas y Mensajeros quienes encarnaron sus enseñanzas y fueron ejemplos vivientes de ellas, arribando a un estado de absoluto conocimiento.
En nuestro ser conviven dos fuerzas o anhelos, uno vertical: el amor a Dios, y otro horizontal: el amor por la humanidad y la Creación.
Cuando transitamos la vida sin que ésta tenga un sentido más profundo, sin saber para que vivimos ni donde estamos parados, nos sobrecogen las dudas, nos sentimos perdidos y confundidos, caminamos sin un propósito, simplemente reaccionando ante las circunstancias externas y apenas tomando aliento entre una circunstancia y otra.
Cada día transitamos una amplísima gama de estados de ánimo muy diferentes: podemos estar abiertos y amigables en un momento, y al segundo estar enojados y temerosos; ser honestos e inmediatamente después actuar con hipocresía, sentir coraje y a los minutos miedo, estar profundamente satisfechos e inmediatamente infelices, sentirnos tolerantes y luego quisquillosos, ser generosos y al rato mezquinos. ¿A qué se deben todos estos vaivenes? ¿Por qué ocurren? ¿Qué me pasa? ¿Qué hago con todo esto que me ocurre?
Cuanto más conocemos a Dios, más Lo amamos, de la misma manera en que la mejor forma de conocer a los seres humanos, es amándolos.
Las cualidades básicas que debemos cultivar para convertirnos en seres completos, son el amor y la compasión hacia los demás seres humanos. Estos sentimientos son lo suficientemente poderosos para liberarnos de las cadenas del aislamiento y para disolver esas emociones persistentes y apasionadas que nos separan de las otras personas y del resto del mundo. Purifican el corazón y liberan el espíritu de los obstáculos egocéntricos. Amar a nuestros semejantes requiere eliminar el egoísmo. Es una expansión que ocurre cuando limpiamos el corazón de las oscuras manchas que producen en él la codicia, la envidia y la arrogancia. Verdaderamente la empatía por todos los seres vivos y el amor hacia el prójimo son la base de la moral auténtica.
Desde la perspectiva ordinaria de separación, el ser humano es insignificante. Desde esa percepción, no somos nada; sin embargo, si vemos al género humano desde la perspectiva de la Unidad, de la realidad Divina, somos todo. Completarnos en el Uno, es sinónimo de perfección ya que formamos parte de ese Uno, somos una parte de la Creación. Es decir que dependiendo de la perspectiva que tomemos, y en relación a Dios, somos 'nada' o somos 'todo'. En relación al universo, somos parte de esa Creación perfecta. En el centro de nuestro ser, cuya parte más externa es el ego, vibra la totalidad, nuestro núcleo Divino.
Los sufíes aspiran a atravesar su ser periférico, es decir, el ego, para conectarse y estar presentes en su centro Divino, buscando al mismo tiempo transformarse en seres completos. Este es el viaje que nos trae nuevamente a casa, desde el exilio hasta nuestro centro, a nuestro verdadero ser, a través del reconocimiento de la unidad de toda la existencia. Los puntos de referencia que guían este camino son el sendero espiritual y el centro.
Las facultades cognitivas son el obsequio más grande que le ha sido dado a la humanidad. El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él, dijo:
Dios no ha creado nada más noble que el poder de conocimiento y Su furia desciende sobre aquellos que lo desdeñan.
A nosotros los seres humanos, se nos han dado facultades cognitivas para poder discernir, pero los susurros de la tentación siempre ponen a prueba nuestra fuerza de voluntad. La voluntad humana es como el viento: si descansa en el arbitrio Divino, reflejará con claridad el eterno y perfecto océano luminoso que existe en nuestro interior; si la turbulencia del ego la agita, el reflejo del sol se verá alterado y el reflejo Divino distorsionado. La maldad o la desarmonía no son opuestas a Dios, son resistencias a Él. Todo lo que existe proviene de la misma fuente. La Divinidad contiene aambos: blanco y negro, femenino y masculino.
La dualidad existe para orientarnos en el mundo, no para quedar atrapados en ella. La dualidad existe en este mundo únicamente para guiarnos hacia la Unidad. La dualidad forma un mundo de aparentes polos opuestos que en realidad se complementan unos con otros, no siendo verdaderamente antagónicos. Todo lo que existe está entrelazado y forma parte de un patrón energético inseparable.
Utilizar y profundizar la práctica de los Nombres Divinos, especialmente, los que vienen en pares, aparentemente opuestos o complementarios, tales como A?-?ar (el que crea daño), An-Nafi' (el que crea lo que es útil) o Al-Qabi? (el que contrae), Al-Basi? (el que expande), nos ayuda a trascender el pensamiento lineal de la mente y a vislumbrar la interconexión que existe en toda la Creación.
Los sufíes se refugian en Dios hasta que pueden aceptar y reconocer al Amado en cualquier situación y con cualquier cualidad que se les presente en la vida, sea placentera o difícil, porque ven la realidad a través de la sabiduría del corazón. A medida que nuestra conciencia se expande y profundiza, nos vamos liberando del aislamiento que produce el ego y comenzamos a entender esta realidad más profundamente.
El camino consiste en ir guiando paulatinamente las características del ego desde la periferia hasta nuestro verdadero ser. La multiplicidad de manifestaciones externas tiene el propósito de ayudarnos a tomar el camino que conduce a las dimensiones internas, donde todo fluye hacia la Unidad, muere y renace.
Somos al mismo tiempo seres celestiales y terrenales. Encontrar el centro y el equilibrio entre las dos pulsiones que existen en nosotros es el sendero de los sufíes. Somos celestiales como los ángeles que solo pueden hacer el bien mientras alaban a Dios, y terrenales como los animales que siguen sus instintos y necesidades. Tanto los ángeles como los animales están determinados por sus naturalezas y no pueden elegir su camino. Sin embargo, a nosotros los seres humanos, se nos han dado capacidades intelectuales. Podemos comprender y reflexionar teniendo, consiguientemente, el deber y la carga de elegir. Dado que tenemos conciencia de nosotros mismos y de nuestras acciones, somos responsables por las consecuencias de nuestros actos. Si nos inclinamos hacia nuestro verdadero ser, nuestro ser Divino profundo -con toda la lucha que ello implica- nos elevamos sobre los ángeles porque hemos tomado una decisión consciente; si optamos por seguir nuestros impulsos y necesidades egoístas, descendemos por debajo de la vida animal.
La dignidad humana descansa en esta decisión consciente y en este esfuerzo. Paso a paso, momento a momento, incesantemente, vamos ganándola con firmeza la batalla al ego, transformándolo y adquiriendo los colores de las cualidades Divinas, yendo cada vez más profundo. De esta manera los seres humanos podemos alcanzar nuestro destino, nuestra verdadera naturaleza. Es por lo tanto esencial conocerse a uno mismo para poder usar los métodos correctos y eficientes que nos conducirán a nuestro verdadero ser, al amor, al significado verdadero de nuestra existencia, ¡al Gran Amado que está en nuestro interior, a nuestro alrededor y más allá de todo!
El gran poeta Rumi dio una excelente definición del ser humano: tiene cola de burro y alas de ángel.
Los seres humanos llevan en sí mismos la unidad de toda la existencia. Por ello han sido llamados el centro de la Creación.
¡Sé consciente de tu eternidad y del 'instante atemporal' que te brinda la remembranza de Allah! Como dicen los sufíes, ¡Conviértete en la hija o el hijo del momento presente! y ¡no te preocupes por el mañana! Pues es únicamente en el instante presente e irremplazable, en el Divino 'ahora' que pertenecemos completamente a Dios.
Levántate y comienza a caminar, abre tu corazón, permítete rotar y girar dentro de la Divina perfección, sabiendo que todo viene de Él y regresa a Él. La meta de los sufíes es conocer a la Divinidad, devenir uno con Dios y disolver las cadenas del ego complaciente, egoísta y ansioso, focalizando en la fuerza unitiva del amor. Como dijera Rabi'a al-'Adawiyya:
Ni el miedo del infierno ni la esperanza del cielo son importantes, lo esencial es la experiencia de la belleza eterna de Dios.
La introspección y la...