PRÓLOGO
Suele decirse que los libros que se ocupan de asuntos científicos y teológicos son sólo para personas con una preparación adecuada. Aunque usted piense que le sería difícil comprender cuestiones científicas, como la astronomía, la astrofísica y lo relacionado con el universo cósmico y los enigmas extraterrestres, lo insto a leer esta obra sin dudar, porque en ella aun los temas más complejos se tratan con sencillez. A través de su lectura usted va a adquirir conocimientos maravillosos, y así comprobará que podía efectivamente comprenderlos.
Esta obra trata temas de interés general para todas las culturas. Fue escrita pensando no solamente en quienes llevan una larga militancia en el estudio cotidiano de la Biblia, sino también en aquellos que no están familiarizados con ella. Para conseguir esto me preocupé por escribir en un lenguaje sencillo, no académico, aunque sin perder nivel en lo científico ni en lo bíblico. Puse especial énfasis en las palabras y expresiones que considero de significado vital; traté siempre de ser claro para unos y para otros. También me propuse cuidar que su lectura fuese amena, y a veces con cierto humor, aunque sin ocultar mi indignación por esas muchas cosas deplorables que suceden en este sufrido planeta. Transcribí la mayoría de los textos bíblicos citados para ahorrarle trabajo al lector, y porque soy un enamorado de la Biblia; el texto de donde se tomó cada cita se indica al pie de página. Sin embargo sugiero que se busquen todas las citas y se las lea con atención, porque no es lo mismo leer lo que alguien le atribuye a la Biblia, que comprobar lo que la misma Biblia dice.
ADVERTENCIA
Debo mencionar que este libro contiene algunos temas que van a sorprender a muchos y que quizás despierten comentarios polémicos. Los expongo sólo como hipótesis, como una posibilidad, así que de ninguna manera deben tomarse como afirmaciones de mi parte. Por ejemplo uno de ellos tiene que ver con la creación: siempre me resultó difícil aceptar que Dios creara la Tierra "desordenada y vacía" para ocuparse luego de ordenarla. El relato bíblico no dice que así la creó, sino que "estaba" desordenada y vacía, así que es posible que haya ocurrido alguna catástrofe para que nuestro planeta quedara en esas condiciones. También se discute la posibilidad de que existiera algún tipo de seres no humanos que habitaran la Tierra antes de Adán, y otras hipótesis.
Le encarezco al lector que analice estos asuntos con la mente abierta, porque los argumentos expuestos en cada caso no son rebuscados ni superficiales, sino que, como se verá al tratarlos, la Biblia aporta sugestivas pautas como para considerar su posibilidad. En las Sagradas Escrituras no hay revelación directa sobre estas cuestiones, como tampoco se mencionan otras que se dan por sentado. Se las incluyó en este libro, no como afirmaciones doctrinales, sino como conjeturas que pueden ayudar a comprender cosas difíciles de dilucidar de otro modo, por ejemplo el origen de los demonios. Así lo reitero en el texto para que quede clara mi posición frente a la Biblia.
Estas hipótesis no deben afectar la fe de ningún creyente, cualquiera sea la denominación o confesión a la que pertenezca. Antes bien, pueden despertar interés por escudriñar la palabra de Dios, fuente inagotable de riquezas espirituales, pero también de atrapantes enigmas para quienes nos intriga el pasado remoto del universo visible. Las polémicas en cuestiones bíblicas promueven avidez por la Biblia, el best seller de todos los tiempos; su lectura edifica y enfervoriza a los creyentes, ilumina con la luz de Jesucristo a los confundidos, ayuda a los indecisos, hace vibrar a los incrédulos y advierte muy seriamente a quienes legislan y gobiernan las naciones.
ACERCA DEL AUTOR
Desde niño sentí fascinación por la Luna, las estrellas y todo lo que encierra el fantástico cielo nocturno. Recuerdo que cuando yo tenía unos cuatro años, a mi padre le encantaba pasar largas horas en la contemplación del cielo durante las noches de verano. Lo disfrutaba junto a él, ambos sentados sobre un escalón en la puerta de entrada de nuestra casa en Sarandí, un pequeño barrio al Sur de Buenos Aires.
Mi padre me hablaba de las estrellas, muchas de las cuales conocía por sus nombres; a él le encantaba hablarme de Las Pléyades (cúmulo estelar que forma parte de la constelación del Toro), y también de algunas constelaciones como el Orión, la Osa Mayor, la Osa Menor y otras. Con el tiempo aprendí de mi padre muchas cosas del cielo cósmico, como las relacionadas con las galaxias, los cometas, los meteoritos y nuestro sistema planetario. Él se refería al cosmos como un perfecto mecanismo de relojería. Era un admirador del cielo nocturno, porque como le ocurría al salmista David, en su contemplación veía la grandeza y el esplendor de la creación de Dios, Su sabiduría y gran poder, y al mismo tiempo la pequeñez del ser humano. Siempre me sentí afortunado por haber tenido un padre tan maravilloso, que me enseñó a reconocer a Dios a través de la observación de su creación. Durante mi niñez y mi adolescencia leí mucho sobre astronomía y astrofísica. Esto despertó en mí una gran pasión por saber más y más acerca del cosmos y de los misterios de otros mundos escondidos entre las estrellas.
Al adquirir mi primer telescopio descubrí que el cielo nocturno es mucho más esplendente y bello de lo que puede apreciarse a simple vista. Esto agigantó mi entusiasmo por la astronomía y me impulsó a ingresar en el campo de las investigaciones aeroespaciales.
Durante varios años me desempeñé como presidente del Instituto Civil de Tecnología Espacial (ICTE) de Buenos Aires, Argentina. Desde nuestros laboratorios en la ciudad de Avellaneda manteníamos relaciones de mutua colaboración con la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), el Comité Interamericano de Investigaciones Espaciales (CIIE), el Centro de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), y organismos similares dependientes de la Fuerza Aérea Argentina. De estas instituciones recuerdo con profundo respeto a sus titulares de entonces, Ingeniero Teófilo M. Tabanera, Almirante Fernando Alberto Milia, General Juan Carlos Hoffmann y Brigadier Alcides Numa Sánchez, respectivamente, y al investigador científico en el área civil, Leo Rambaut.
Por los importantes trabajos que realizó en el campo de las investigaciones espaciales, el ICTE mereció una destacada mención en el anuario 1968 de la Enciclopedia Británica. Al estar rodeado de especialistas en diversas ramas de la ciencia pude compenetrarme de las complejidades propias de la Astronáutica, como los cohetes propulsores, satélites, sondas y naves espaciales, y de temas conexos como el Derecho Aeronáutico y Espacial, comunicaciones satelitales, exobiología, Medicina Espacial, etc. Incursioné también en el terreno de la investigación de los misteriosos OVNIs. Poco después visité cinco veces la NASA en el Centro Espacial Cabo Kennedy, donde me interioricé de muchas de las cosas que ahora me permiten enriquecer este libro.
Lo que más me impactó en mi paso por el ICTE fue el haber conocido personalmente a uno de los hombres más destacados de la astronáutica mundial, y a quien probablemente la NASA le debe su existencia. Me refiero al doctor Wernher von Braun, quien estuvo de visita en la Argentina cuando en el ICTE dábamos nuestros primeros pasos en las investigaciones espaciales. En esa oportunidad se acercó hasta nuestros laboratorios y nos dedicó un buen tiempo para alentarnos y enseñarnos muchas cosas acerca del fascinante mundo de la astronáutica. Por eso lo recuerdo con admiración y respeto.
UNA BATALLA POR DEFENDER DOS AMORES
Nací en un hogar cristiano en el que fui educado sobre las bases de los estatutos y preceptos bíblicos, con especial énfasis en lo relativo a mi relación personal con Dios, como el temor reverencial, la admiración y el amor hacia Él. Desde niño aprendí que la Biblia es no sólo el único libro en el que Dios se revela a Sí mismo como Creador de los cielos y la Tierra, sino que es también como un manual de instrucciones que Él le dejó a la especie humana para que los habitantes de este planeta supiéramos de dónde venimos, hacia dónde vamos -en cuanto al destino eterno de cada uno-, y cómo tenemos que vivir para disfrutar en paz de las riquezas con que Dios llenó la Tierra.
También desde niño tuve curiosidad por saber el cómo y el porqué de todas las cosas, principalmente en lo relacionado con el universo cósmico, porque siempre me apasionaron la ciencia y la Biblia. Sabía que en la ciencia puede encontrarse el cómo, mientras que la Biblia da cuenta del porqué y para qué. Además, la ciencia me permitió descubrir las maravillas del universo, y en la Biblia encontré al maravilloso creador. Pero cuando comencé a involucrarme...
